LA NUEVA ASOCIACIÓN LASALLISTA: RETOS
Para el desarrollo de la misión lasallista, el Instituto se deja interpelar por los dinamismos que se manifiestan tanto en los Colaboradores como en los Asociados, anima y apoya todas las formas de compartir de los Colaboradores entre sí y con los Hermanos, a fin de que cada uno pueda profundizar su propia comprensión de la asociación, teniendo en cuenta las constataciones hechas, el carisma lasallista, y la teología actual de la Iglesia. (Circular 447, p.3)
Desafíos del presente
1. CONFUSIONES Y DUDAS
Temores y velocidades
En tiempos de transición los temores abundan: temor de algunos Hermanos a perder su propia identidad, confundida con la de los seglares; temor de otros Hermanos a que el Instituto resulte demasiado transformado en el proceso de la asociación; temor en algunos seglares a que el hecho de asociarse suponga el ser asimilados a la condición de Hermanos, perdiendo su especificidad seglar; temor de otros a que resulten incompatibles sus deberes familiares o sociales con los que se deriven de su compromiso con la asociación...
Las prisas de unos por llegar enseguida a realidades bien concretas, a asociaciones bien definidas, con signos de pertenencia clara... contrastan con la prudencia de otros que no quieren dar ningún paso por temor a equivocarse o les parece precipitado el hacer propuestas de compromiso a los posibles destinatarios.
El vocabulario
La confusión de vocabulario es bastante frecuente. Para algunos, los conceptos que han ido apareciendo en la reflexión de estos 40 años –Familia lasallista, Misión compartida, Asociación,...- se superponen con el mismo significado; y donde se decía Familia lasallista o Misión compartida, ahora parece que hay que decir Asociación... Y no es así. Son términos complementarios, con distinto significado.
Por otra parte, el concepto “Asociación” presenta la dificultad de corresponder a un término muy usado en la cultura actual, pero con un significado muy diferente al que recibe en nuestro contexto lasallista. La Asociación lasallista es el resultado, no de un contrato, sino de la comunión de unas personas animadas por el carisma lasallista y comprometidas en el servicio educativo de los pobres.
Algunos creen que las palabras “asociado” y “asociación” están demasiado conectadas con la vida, historia y vocación de los Hermanos y que necesitamos una palabra o palabras nuevas para disipar la confusión. En su reunión de 2004, la Comisión Internacional para la Asociación trató la cuestión del lenguaje, especialmente el término asociación. A pesar de las complicaciones históricas existentes, muchos miembros acordaron que la palabra asociación debía continuar utilizándose. La expresión histórica y el poder de su significado son demasiado importantes para el Instituto y para el movimiento lasallista. Recomendaron “reinventar o redefinir la asociación” antes que reemplazarla por algo menos significativo. El término asociación, tan fundamental para el Instituto y el movimiento lasallista, debe ser mantenido en cualquier “refundación.”
La comprensión de la asociación
Hay confusiones derivadas de la forma de entender el compromiso propio de la asociación. Por ejemplo, en no pocos casos se pone como objetivo de la formación los compromisos “extra”, en lugar de valorar prioritariamente la búsqueda y desarrollo de sentido en los compromisos ordinarios de la vida como educador. Por otro lado, muchos seglares manifiestan que no se sienten capaces de dar el paso hacia la asociación explícita porque, piensan, sus obligaciones familiares no les permiten “dedicar más tiempo” a la actividad educativa.
Se extiende con frecuencia el concepto de “asociado” a todos los colaboradores, sin tener en cuenta la calidad del compromiso y la identificación con el carisma. A veces se hace con la intención de evitar divisiones entre ellos. Otras veces esta extensión indiscriminada del concepto es simplemente una concesión hecha desde el paternalismo, por no creer que el seglar lasallista, si quiere, también puede llegar a vivir el carisma lasallista en profundidad. Y así se sitúa a todos en un bajo nivel de responsabilidad respecto del Hermano.
Por otro lado, entre las diversas formas de asociarse, los compromisos individuales de personas sin grupo de referencia son los que están sujetos a mayor fragilidad, y es aquí donde las comunidades de los Hermanos y el Distrito en su conjunto deben estar más atentos para facilitar a estas personas la vinculación con alguna comunidad concreta y lazos de comunión que fortalezcan el sentimiento de pertenencia y atiendan a la formación, la vivencia de la fe, la relación cálida, la implicación corresponsable en la misión.
Estructuras
Frecuentemente se confunde la pertenencia al Distrito con la pertenencia al Instituto FSC. De esta forma, cuando un seglar es reconocido oficialmente en un Distrito como asociado, pasaría a pertenecer al Instituto. Esta confusión se debe, tal vez, a la identificación que se hace del Distrito como la unidad organizativa del Instituto, y sólo eso; o también, con otra perspectiva, a hacer equivalente el Instituto FSC con el conjunto de los asociados lasallistas. Convendrá aclarar, pues, que el Instituto FSC no se amplía con la entrada de los asociados seglares en él, sino que el propio Instituto se integra en otra realidad más amplia que es el nuevo conjunto de asociados lasallistas, religiosos y seglares. Y el Distrito, además de ser la unidad organizativa del Instituto FSC, se amplía con otras relaciones de pertenencia.
Cualquier modelo nuevo requerirá nuevas estructuras, quizás un nuevo lenguaje. El 43º Capítulo General abrió la puerta al desarrollo de nuevas estructuras para la misión, con consejos y asambleas de misión que toman decisiones relacionadas con la promoción de la misión. Debemos continuar observando el desarrollo de estas estructuras para asegurar su efectividad.
2. RETOS Y URGENCIAS
La misión
En los debates sobre la asociación es esencial no perder de vista la misión, su única razón. La Salle y los Hermanos han reconocido durante años que, a través de la asociación, la misión se hace más estable y efectiva. Nuestro desafío es convertir a la asociación en el elemento fundamental para este fin, que libere a los Hermanos y a los Seglares para participar en la misión, especialmente para los pobres.
¿Qué necesita de nosotros esta sociedad, y qué encontramos en nuestra herencia carismática para ofrecerle? En el ciclo anterior, en la época de la modernidad, debíamos dar respuesta a la necesidad de orden, de racionalidad, de organización, de instrucción, de profesionalidad; las nuevas necesidades tienen más que ver con la relación, el encuentro humano, el sentido de pertenencia, las vinculaciones sociales...
- Recuperemos la comunidad y ofrezcámosla como signo de esperanza y de sentido para los nuevos “hijos de los artesanos y de los pobres”
- Recuperemos la opción por los pobres como distintivo característico de cada una de nuestras comunidades, y convirtámosla en propuesta educativa, como perspectiva global de toda la educación.
- Recuperemos la calidad de testigos de Dios, y convirtamos nuestra espiritualidad laical en propuesta educativa.
Muchos Hermanos y Seglares temen que la formalización del compromiso de asociación, ya sea con un signo o por la constitución de un grupo de asociados, suponga una división entre los seglares lasallistas, una especie de clasificación. Sin negar que este riesgo existe, también es preciso afirmar que el carisma necesita cierta institucionalización en la comunidad eclesial para ser reconocido, transmitido y continuado. Pero al mismo tiempo, el carisma no se sujeta a la institución y se manifiesta en formas espontáneas. En el Distrito ha de lograrse una cierta tensión entre los dos polos, sin romper con ninguno de ellos: favorecer que, los que se sientan llamados a ello, puedan formalizar con algún signo su compromiso de asociación; y al mismo tiempo, reconocer la asociación de otros que no la institucionalizan pero la viven.
En el nuevo ciclo es preciso clarificar las diversas identidades, tanto del religioso corno del seglar. La riqueza vendrá por la complementariedad de las diferencias, no por su eliminación o el reduccionismo de las identidades. Y en este campo el mayor esfuerzo corresponde a los religiosos, por dos razones:
- su identidad transmite de forma profética los rasgos más peculiares del carisma fundacional; si se pierde, es muy posible que también desaparezca la familia carismática correspondiente
- por otra parte, su identidad necesita desprenderse de elementos adicionales que corresponden a la época o ciclo anterior, y debe redefinirse en el interior de la Iglesia Comunión recuperando su función esencial de signo.
- Recuperar y ahondar en el consagrado la conciencia de ser signo es un auténtico reto en el ciclo que comenzarnos. Y lo es no sólo por interés de los propios consagrados, sino especialmente para el beneficio de la comunidad eclesial y de la propia familia carismática. Supone una estrategia en torno a los siguientes ejes:
- Reducir el activismo en favor de la contemplación, la reflexión compartida, la relación profunda con las personas.
- Situar el centro de gravedad de toda la acción ministerial, no en la promoción educativa o las tareas escolares, sino en el signo que a través de aquéllas hemos de ofrecer, el signo del Reino de Dios que irrumpe en nuestro mundo.
- Pasar de una mentalidad y una actitud de suplencia a una apuesta por la novedad. Lo propio de la vida consagrada es ir por delante, colocando señales del Reino que ya está llegando. Lo suyo es la novedad: cuando la novedad ha sido asumida por la sociedad o, en su caso, por el conjunto de la Iglesia como una función ordinaria, quienes la han dado a conocer deben alegrarse y prepararse a ofrecer nuevas alternativas, ‘nuevas respuestas a los nuevos problemas del mundo de hoy” (VC 73).
En 2002, la Comisión Internacional de la Asociación estudió las respuestas a una encuesta de los asociados. Una cuestión se refería a la experiencia formativa más valiosa e importante. Para los que respondieron, es su relación con un Hermano particular o con una comunidad de Hermanos. La primera dificultad, con el decreciente número de Hermanos en el norte y la edad más joven en el sur, es señalar quién puede proporcionar esta experiencia formativa a tantos, especialmente los nuevos en la misión.
En los últimos cuarenta años, los Hermanos han sido proféticos en sus declaraciones y animosos en su respuesta a los impulsos del Espíritu al recibir y reconocer el cometido crítico de casados, ordenados, solteros, otros consagrados… en la misión. Sin embargo, ciertos Hermanos parecen reacios o dubitativos a compartir la autoridad, especialmente con los colaboradores seglares o asociados. En algunas zonas del mundo, esencialmente en los “sectores juveniles,” los Hermanos jóvenes podrían sentirse ambivalentes o amenazados por el creciente movimiento lasallista y resistir los esfuerzos hacia la toma de decisiones y la autoridad compartidas. Algunos seglares son demasiado deferentes con los Hermanos y refuerzan esta “mentalidad clerical.” Encontrar la forma de ir más allá de estas vacilaciones entre algunos Hermanos y asociados seglares que dependen de los Hermanos es un desafío importante.
Integrar los compromisos de vida
Debemos reconocer, validar y acoger los compromisos de vida de colaboradores y asociados. Profunda y personalmente comprometidos con la misión, la primera responsabilidad de muchos seglares es con su familia, su esposa y sus hijos. Ignorar o minimalizar esta responsabilidad sería socavar su vocación. Cualquier expresión de asociación debe proponer y reconocer estos compromisos de vida. A menudo podríamos dar inadvertidamente la impresión de que poner a las familias y esposas por delante de la responsabilidad con la escuela o del cometido profesional limita el compromiso.
Necesitamos celebrar estos compromisos y encontrar la manera de integrar estas opciones de vida (lo que la Iglesia llama “estados de vida”) en el debate de la asociación.
Formación y ofrecimiento de oportunidades
El Instituto debe continuar acentuando el fomento de programas y recursos de formación eficaces. Estos programas deben reflejar las necesidades y circunstancias de los participantes. Adoptar sencillamente el modelo y el horario de los programas de los Hermanos podría suponer un trastorno para las familias.
Muchos educadores lasallistas están buscando más que lo que los programas y estructuras actuales ofrecen; concretamente, quieren compartir más profundamente la vida y la espiritualidad. Debemos crear más ocasiones de formación para apoyar a las personas y a los grupos, junto con estructuras que satisfagan esta hambre y peticiones.
Proporcionar más ocasiones de liderazgo significativo es un paso crítico en la continuación y profundización adicional que sigue a la experiencia de formación y lleva a un compromiso más profundo y permanente con la misión.
En la formación y el acompañamiento se ha de tener en cuenta, tanto como sea posible, la variedad de situaciones en los procesos personales, pero también se ha de dar especial importancia a la constitución de comunidades que puedan ser portadoras y transmisoras del carisma lasallista. Estas comunidades, de Hermanos, de Asociados y Colaboradores Seglares, o mixtas, serán los pilares que darán consistencia a la Asociación lasallista.
Otra forma de ver el Instituto
Es preciso un cambio de actitud: dejar de considerar al Instituto como si la realización del carisma fundacional dependiera exclusivamente de él. Igualmente, habrá que romper la equivalencia entre la identidad del religioso educador y el ministerio educativo promovido por el carisma fundacional. El Instituto, el ministerio que tenía encomendado y la identidad del religioso deben situarse en el nuevo contexto de la Iglesia-Comunión, en torno al eje “comunión para la misión” y en relación a la nueva floración de su carisma.
El Instituto y el religioso deben encontrar su puesto y vivir su identidad carismática en la nueva comunidad ministerial, junto a los seglares, sacerdotes y otros consagrados que participan en el mismo carisma. En el ministerio común de la educación cristiana han de desarrollar su ministerio más específico, que sin duda coincidirá con lo más profético. Esto no quita importancia o trascendencia a la vocación del religioso educador, sino que resalta lo que le es más peculiar: ser signo, recuerdo, y profecía de los valores fundamentales del Evangelio (cf VC 33. 84).
En el nuevo ciclo histórico del que estamos hablando el carisma fundacional será el lazo específico que establezca la cohesión interna entre los que comparten la misma misión, pero esa cohesión interna no hay que traducirla sin más en integración respecto del Instituto; más bien es el Instituto el que debe buscar la integración en una asociación o familia carismática más amplia.
En este proceso el Instituto dirige el esfuerzo en una doble dirección:
- promover y transmitir el carisma educativo que ha dado existencia al Instituto; para ello establece cauces de formación en diversos niveles para quienes comparten su misión, y desarrolla con ellos lazos de comunión;
- proponer un mayor compromiso en el mareo de la comunión para la misión educativa a todos aquellos que se sientan más urgidos por el carisma.
¿Qué proponemos en la pastoral de la vocación lasallista?: ¿entrar en una institución o asumir un carisma? Hace algunos años no había alternativa: se trataba de una misma cosa. Hoy, desde las nuevas perspectivas es preciso un cambio de acento: nuestra primera preocupación no puede ser el mantener el Instituto y conseguir vocaciones para él, sino inspirar y promover el carisma fundacional, que se puede vivir en diversas vocaciones cristianas. No se trata de suprimir la preocupación por acrecentar el Instituto, sino de incluirla en un contexto más amplio que es el del carisma común para la misión.
En adelante la Pastoral Vocacional tendría que organizarse en torno a estas dos dimensiones complementarias: la misión y el carisma para la misión. Invitamos a participar en la misión eclesial, en una parcela de esa misión, que en este caso es la educación de los pobres; y para servir a esa misión proponemos un carisma que se puede vivir en diversas vocaciones, el carisma lasallista.
Presentamos la misión como la Obra de Dios en la que se nos llama a colaborar. Pero no es una participación en solitario, sino “juntos y por asociación”, integrándose en una fraternidad que es el signo carismático más fuerte que aportamos a la misión.
Proponer la vocación lasallista es, pues, proponer el carisma lasallista, que lleva consigo una espiritualidad, un estilo comunitario de vida y un ministerio eclesial, pero cada uno de ellos admite muchos matices en la forma de vivirlos y concretarlos. No es una invitación indiferenciada, al contrario: cada uno está invitado a preguntarse por los propios dones que el Espíritu le ha concedido y los retos que el Señor le plantea; a partir de ellos participa en el carisma lasallista, común a muchas personas.
Las vocaciones que acentúan más la dimensión profética (las que, por encarnar una forma de vida que se sale de lo común, sirven de signo para los demás y les recuerdan a todos los valores que han prometido vivir o que dan mayor sentido a nuestra existencia) deben ser objeto de una especial atención y acompañamiento.
El acompañamiento debe ayudar a cada uno a valorar y cultivar los dones vocacionales recibidos, los dones más proféticos, que suelen ser también los que desaparecen más fácilmente. Pero al mismo tiempo ha de ayudar a situar cada vocación particular lasallista en el contexto del relato que estamos construyendo entre todos los lasallistas, en referencia a las otras vocaciones lasallistas, y en torno al eje común de nuestro relato, que es la Asociación para la misión.
Modelos orientativos
“Aparece con claridad que, en el tema de la asociación, el Instituto vive un “tiempo de transición” y que es importante respetar sus exigencias”, afirma el 43º Capítulo General (Circ. 447, p. 9). Desde ese convencimiento impulsa la experimentación de formas nuevas de asociación que permitan a quienes les dan vida encontrar nuevas formas de compromiso al servicio de los pobres y anima al Instituto a “darse un tiempo de libertad en la promoción y acompañamiento de las estructuras y de las formas de asociación” (p. 10).
1. PARA ORIENTAR LA NUEVA ASOCIACIÓN
Lo nuevo ya está ahí, aunque no sepamos definirlo. La vida va por delante de las palabras, y los signos nos muestran en su conjunto la vida nueva que está floreciendo, el carisma lasallista que se encarna hoy en diferentes formas de asociación para el servicio educativo de los pobres.
¿Cómo asegurar algo tan necesario como es el mantenimiento del dinamismo original del carisma fundacional, y que éste sea común a todas las instituciones lasallistas? Sólo por la comunión entre dichas instituciones; a partir de esa comunión se crearán las estructuras que permitan concretarla y profundizarla, en el doble nivel: el de la Asociación universal, que corresponde a los responsables de las instituciones, y el de las comunidades locales, que pueden agruparse en una comunión de comunidades lasallistas.
Un modelo : “el sistema planetario”
Para aplicar los criterios anteriores a la nueva Asociación lasallista nos puede servir el modelo “sistema planetario solar”. En el centro del sistema está el sol, la estrella lasallista, es decir, la misión que nos convoca a todos y en torno a la cual nos movemos. El carisma es algo así como la fuerza de gravedad con que nos atrae la misión y el dinamismo que nos mueve en torno a ella para dar la respuesta apropiada. Los asociados vamos formando el sistema planetario que rodea la misión lasallista, pero ¿cómo nos situamos en el sistema?, ¿de qué forma nos asociamos?, ¿cómo y hacia quién se manifiesta la pertenencia?
En este esquema del sistema planetario pueden darse dos alternativas extremas:
- Un único planeta en el sistema, girando en torno a la misión lasallista: es el Instituto FSC; en torno a este planeta FSC se ordenan diversos satélites, los nuevos asociados lasallistas, individualmente o en grupos homogéneos. Este ha sido el esquema más frecuente hasta ahora.
- Diversos planetas forman el sistema: “FSC”, “Hermanas Lasallistas”, Catequistas de Jesús Crucificado... y otros que podrían empezar a existir como planetas autónomos, aunque de momento funcionan más como satélites del planeta FSC: “Comunidades cristianas La Salle”, “Signum fidei”, etc. Es decir, los nuevos asociados encuentran su propia órbita en torno al Sol lasallista, según su identidad.
En este modelo “sistema planetario”, cada órbita simboliza una identidad vocacional, o más exactamente, un conjunto de características comunes a varias personas, que representan una manera peculiar de servir a la misión lasallista (una manera de dar respuesta a las necesidades educativas de los pobres desde el carisma lasallista).
- Tener una órbita propia en el sistema equivale a tener la capacidad, en cuanto grupo afín de personas, de vivir y desarrollar el carisma lasallista de una manera integral (en relación a las diversas facetas de la persona, no a todas las potencialidades del carisma, que desbordan a cada grupo); no es sólo el vivir cierta forma de espiritualidad lasallista ni sólo una manera de organizarse en cuanto comunidad...
- Una órbita propia equivale a una interpretación global del carisma lasallista desde una determinada identidad, con las incidencias correspondientes en el estilo de vida comunitaria, en la espiritualidad, en el servicio a la misión... Por ello, para que esa órbita quede oficialmente constituida y se presente como una forma de vida cristiana, necesitará contar con el reconocimiento eclesial: en un primer momento, del que es el primer garante del carisma lasallista ante la Iglesia, el Instituto FSC; después, de la autoridad eclesiástica (diocesana/universal).
- La búsqueda, por parte de un grupo, de una órbita propia en la Asociación lasallista -es decir, la constitución de una identidad lasallista particular- y la maduración hasta alcanzar el reconocimiento institucional, lleva consigo una fase tutorial o de acompañamiento desde otro grupo lasallista ya constituido -normalmente, en la actualidad, este papel lo desempeñará el Instituto FSC-. Debe ser un acompañamiento respetuoso -reconociendo la diferencia de órbitas respectivas- en el que se procura aumentar progresivamente el protagonismo y la autonomía del grupo acompañado, pero desde el discernimiento, y ofreciendo al mismo tiempo una aportación carismática de calidad e incluso la denuncia profética cuando sea necesaria.
El nuevo Distrito está naciendo
El Distrito (o su equivalencia local, la Delegación, o a veces la Región) es el lugar de reconocimiento de las nuevas formas de vida lasallista. O también, como ha dicho el 43º Capítulo General, el Distrito tiende a ser el “marco de referencia” donde toman forma las estructuras de la nueva realidad asociativa lasallista (cf. Circular 447, p.9). Nos damos cuenta que el horizonte que comienza a aparecer es un nuevo Distrito, porque el Distrito clásico resulta desbordado por las nuevas realidades. Necesitamos “un odre nuevo” capaz de contener “el vino nuevo” que está llegando.
El nuevo Distrito se está configurando, ante todo, como una “comunidad de comunidades lasallistas”. Ya lo era cuando estaba formado sólo por comunidades de Hermanos, pero ahora ha de configurarse en función de unas comunidades mucho más diversificadas.
El nuevo Distrito permite concretar en la práctica la comunión que debe existir entre los diferentes “planetas” del “sistema solar lasallista”, para servir “juntos y por asociación” a la misión (el servicio educativo de los pobres) desde la fidelidad al carisma lasallista:
- Garantiza que la formación en el carisma lasallista llegue a todos sus miembros.
- Fomenta la relación humana, y desde ella la comunión entre las comunidades y entre los miembros de las comunidades.
- Vela para que todos los responsables de la orientación de las obras educativas lasallistas tomen conciencia de que el servicio educativo de los pobres es una prioridad fundamental (Circ. 447, p. 11).
- Donde existan diferentes grupos o instituciones lasallistas, la comunidad distrital favorece una respuesta coordinada a las necesidades de la misión, tanto en el discernimiento de las obras actuales como en la puesta en marcha de nuevas obras.
- Promueve la búsqueda compartida, respuestas a las necesidades de la misión, la elaboración
- corresponsable de los proyectos y la actuación subsidiaria entre todos los que comparten la misión.
- Apoyándose en los puntos anteriores, estimula entre sus miembros el sentimiento de pertenencia: al Distrito, a la historia viva lasallista, al conjunto de los asociados lasallistas.
El Distrito “tradicional” es el “Distrito de los Hermanos”, con los cuales colaboran cierto número de Seglares siguiendo las orientaciones de aquéllos. Las estructuras de animación de este Distrito son, básicamente, las que corresponden a una “Provincia religiosa”, pensadas para los Hermanos, aunque se permita a algunos Seglares (elegidos normalmente por los Hermanos) hacer acto de presencia en algunas de ellas, pero sin igualdad de voz y voto.
El nuevo Distrito, el de los Asociados lasallistas, no puede constituirse a partir de las estructuras del Distrito tradicional, más o menos amplificadas o adaptadas para que quepan los Seglares; porque en este caso, los “remiendos de paño nuevo” tirarán del “paño viejo” hasta rasgarlo y hacerlo inservible. Se necesitan estructuras nuevas, para asegurar la participación de los Seglares en el ejercicio de la misión, tanto en el ámbito de las decisiones como de la realización de la misión (Circ. 447, Propuesta 5 y Orientaciones previas). Se necesitan, sobre todo, nuevas estructuras de comunión, que respeten las diversas identidades lasallistas, potencien su diversidad y favorezcan la complementariedad de unas con otras.
El paso del Distrito tradicional al nuevo Distrito de los Asociados lasallistas se va dando de forma progresiva, pero no de modo similar ni con el mismo ritmo en todos los lugares. No se puede imponer por decreto para todo el mundo lasallista; pero tampoco se puede proponer el proceso o las estructuras que se han desarrollado en tal o cual Distrito, como modelo a seguir por todos.
Las experiencias nos ayudan a descubrir por dónde nos está llevando el Espíritu, por dónde nos llama Él. Esta pregunta debe ser formulada en cada uno de nuestros Distritos “tradicionales”, y debe ser respondida en el contexto real de cada uno de ellos. Porque el nuevo Distrito de los Asociados no surge “a pesar de” el Distrito “tradicional”, sino como fruto de la fidelidad creativa del Distrito tradicional que ha sabido descubrir y dar respuesta a la llamada del Espíritu en la Iglesia-Comunión, y se hace fecundo dando lugar a una vida nueva en su seno, aunque a veces sea pasando por la dolorosa experiencia de sentirse “grano enterrado”.
Son muchas las dudas, los interrogantes que nos planteamos en estos momentos de transición. Tenemos que avanzar en la penumbra y no esperar a tener la plena claridad. Es tiempo para experimentar, y la posibilidad de equivocarse forma parte de la estrategia. Al mismo tiempo hemos de potenciar al máximo, tanto en Hermanos como en Seglares, la actitud y el espíritu de discernimiento, el cual debe integrarse explícitamente en todo el proceso y en la puesta en marcha de cada nueva experiencia o estructura, de tal forma que estemos dispuestos a corregir los errores que se produzcan en el proceso, pero también que seamos capaces de identificar las causas reales por las que determinada experiencia no ha sido satisfactoria.
La peor opción es la de encerrarse en sí mismos, en la pequeña realidad del propio Distrito. Es tiempo para abrirse a otros horizontes, a las experiencias y los procesos de otros Distritos, no para copiarlos sino para dejarse interrogar e iluminar.
3. LAS COMUNIDADES LASALLISTAS, LUGARES DE ENCUENTRO PARA LA MISIÓN
El modelo de Asociación que estamos proponiendo -como punto de llegada- es una Asociación de instituciones y grupos lasallistas en torno a la misión lasallista, y su ámbito de encuentro interpersonal es el de las Comunidades lasallistas, formadas por distintos grupos, cada uno de ellos con su propia identidad, y entre los cuales estaría la comunidad de los Hermanos allí donde la hubiere.
- La búsqueda vocacional acompañada, en vistas a un compromiso con la Asociación lasallista, puede ser realizada a través de una experiencia comunitaria intensa, por ejemplo en una comunidad de Hermanos, que proporcione el conocimiento y la vivencia del carisma lasallista en sus diversas dimensiones. Las experiencias de este tipo pueden ser muy beneficiosas bajo ciertas condiciones:
- La primera y más importante consiste en respetar el marco de la experiencia, la propia comunidad; sus características deben ser presentadas con claridad para que la experiencia sea significativa del carisma lasallista.
- Además, la persona que realiza la experiencia ha de tener la preparación adecuada para asimilarla.
- Y finalmente, las condiciones en las que se inserta la persona en la comunidad y la duración de la experiencia han de ser definidas previamente con claridad.
2. Una situación más frecuente, y que ha de facilitarse con mayor amplitud, será la participación ocasional o sistemática en aspectos concretos y parciales de la vida de una comunidad (de Hermanos o de otro grupo lasallista) por parte de una persona que, sin asimilarse a la identidad de ese grupo, desee beneficiarse de la vida comunitaria para vivir más a fondo el carisma lasallista.
- Puede ser el caso de algunos profesores y catequistas seglares que, no disponiendo de una comunidad seglar inmediata con la que compartir su fe y vida, deseen vivir el carisma lasallista en el marco de la Asociación. La comunidad de Hermanos más cercana podrá suplir en parte esa carencia proporcionándoles una cierta integración que, tras los primeros contactos y ensayos, llegue a definirse adecuadamente.
- Comunidades cristianas lasallistas, unidas en el carisma con el Instituto, pero sin lazos explícitos de asociación. Aun manteniendo su autonomía, desarrollan lazos de comunión con el conjunto del Distrito. Su estructura comunitaria es muy variable: en unos casos el momento de encuentro comunitario es de periodicidad semanal o incluso quincenal, aunque suelen acompañarse con momentos de convivencia más intensa o prolongada varias veces durante el año; pero no faltan los casos de comunidades cristianas lasallistas con vida en común bajo el mismo techo, con un ritmo diario de oración comunitaria y un alto nivel de comunicación y de participación de bienes, y todo ello motivado por la misión educativa lasallista.
- Comunidades lasallistas formadas por creyentes de diversas religiones. La misión les ha unido, el deseo de dar respuesta a las necesidades de los pobres, y se encuentran juntos trabajando en la Obra de Dios. Muchos elementos de la espiritualidad lasallista les ayudan a encontrar el mismo sentido a lo que están viviendo, aunque cada uno añada la perspectiva de su propia religión. Para todos ellos Juan Bautista de La Salle es un maestro de vida y espiritualidad. Este tipo de comunidades pluriconfesionales para la misma misión son una muestra de que el Espíritu y su manifestación entre nosotros que es el carisma lasallista, desbordan el marco de la Iglesia institucional.
- Voluntarios Lasallistas: Se puede definir como una experiencia de asociación temporal en que la persona voluntaria se pone gratuitamente al servicio de la misión educativa lasallista, con una duración de, al menos, un año (o curso escolar). La riqueza de la experiencia proviene de ser vivida y acompañada en comunidad e iluminada por la espiritualidad lasallista. De esta forma será una experiencia que, además de ser en sí misma positiva, abre la puerta a una posible asociación más estable, como religioso/a o seglar.
- Comunidades mixtas, formadas por Hermanos, educadores seglares (matrimonios y/o célibes), voluntarios. Normalmente, estas comunidades surgen convocadas para dar respuesta a necesidades concretas de la misión educativa lasallista. Unas veces están ligadas a una obra en particular, como es el caso de las Escuelas San Miguel en los Estados Unidos. Otras veces se trata de una comunidad “de inserción”, es decir, está situada en una realidad social especialmente necesitada, ya sea un barrio urbano o una zona rural, para captar desde dentro las necesidades relacionadas con la educación y dar respuestas puntuales o globales.
- Fraternidad Signum Fidei. Las comunidades que componen la Fraternidad Signum Fidei se encuadran en la tipología de “comunidades cristianas lasallistas” que expusimos antes, con toda su variedad, pues su funcionamiento está lejos de ser uniforme, pero con un “Estilo de Vida” común. La Fraternidad Signum Fidei está oficialmente asociada con el Instituto FSC y sus comunidades se integran en el Distrito. Es, pues, una asociación de hecho y sellada por parte de cada persona con el signo de la “Consagración Signum Fidei”, que según el “Estilo de Vida”, es el Visitador del Distrito quien la autoriza.
La misión que motiva la comunidad puede ser de muy diverso tipo; por ejemplo, la animación pastoral del conjunto del distrito o la formación lasallista de los educadores, la atención a una obra educativa para muchachos marginados, la inserción en una realidad social de pobreza para trabajar en ella desde diferentes facetas educativas... (cf. 43º Capítulo General, Recomendación 18).
4. EL HORIZONTE QUE COMIENZA A APARECER EN EL CAMINO
El conjunto de los asociados lasallistas (Hermanos y Hermanas, otros Consagrados, Seglares asociados) va dando lugar a una nueva fraternidad ministerial cuya configuración es objeto de tanteos y ensayos. La configuración de esta nueva realidad formada por diferentes vocaciones eclesiales y por los diversos grupos de asociados, tiene como finalidad favorecer la comunión de los asociados para servir lo mejor posible a la misión (el servicio educativo de los pobres…) desde la fidelidad al carisma lasallista.
Dicha configuración ha de promover la búsqueda compartida, la elección solidaria de respuestas a las necesidades de la misión, la elaboración corresponsable de los proyectos y la actuación subsidiaria entre todos los que comparten la misión.
Y ha de permitir vivir el carisma en comunión con los demás creyentes que se reconocen “lasallistas” y complementariamente con ellos. La interpretación y actualización del carisma no podrá ser sólo responsabilidad de los Hermanos, sino del conjunto de los asociados lasallistas.
Esta nueva realidad, diferente de la Familia Lasallista (que incluye a todos los relacionados con La Salle, con vínculos variados) y del Instituto FSC (que sólo incluye a los Hermanos), necesita un nombre para poder ser identificada convenientemente. Los términos “Asociación lasallista” o “Sociedad lasallista” presentan el inconveniente de que en la actualidad sirven para nombrar organizaciones muy diferentes.
El Instituto FSC, por su relación histórica con las raíces lasallistas, tiene la responsabilidad de ejercer, aunque no en exclusiva, cierto liderazgo de animación en el conjunto de los asociados lasallistas, siempre en el total respeto a la autonomía de los diversos grupos e Instituciones que componen el conjunto. Es un liderazgo de proposición, no de imposición. Por otra parte, la implantación casi universal del Instituto FSC puede favorecer una estructura organizativa que convenga a los diversos grupos lasallistas.
La Asamblea Internacional de la Asociación para la Misión educativa, decidida por el 43º Capítulo General y puesta en marcha en dos fases durante el 2005 y 2006, será probablemente un medio importante para seguir dando forma a la comunión entre los asociados lasallistas.
Conclusión: pistas para avanzar
- Las cinco características lasallistas de referencia, con las cuales el Capítulo General describe el proceso hacia la Asociación, son aplicables a todas las culturas, y también lo suficientemente amplias para poder ser asumidas y adaptadas en los diversos lugares:
- “una vocación a vivir de acuerdo al carisma de San Juan Bautista de La Salle y a sus valores;
- una vida de fe que descubre a Dios en la realidad, a la luz de la Escritura, y para las personas de otras religiones según sus propios textos sagrados;
- una experiencia comunitaria, vivida de diferentes formas y acorde a la identidad de cada uno;
- una misión que asocia en el servicio de los pobres y que implica una cierta duración;
- una apertura universal que nos abre a dimensiones que superan lo personal y su realidad local”
- Los que se asocian no lo hacen sólo con los Hermanos, sino con todos los que están sirviendo a la misión lasallista. No parece correcta la expresión “asociarse al Instituto”. Es preferible decir “asociarse con el Instituto” para la misión. Y es necesario que los Seglares puedan asociarse entre ellos, al tiempo o antes que con el Instituto. Los procesos formativos deben capacitar a las personas para que cada uno se sienta dueño de la palabra dentro del carisma lasallista.
- Aquello que en muchos distritos está dando buenos resultados para caminar en la dirección indicada:
- programas de formación lasallista, muchas veces a Hermanos y seglares juntos;
- procesos de reflexión compartida: talleres u otro tipo de encuentros entre Hermanos, Asociados y Colaboradores para reflexionar juntos sobre la asociación y la identidad lasallista;
- experiencias comunitarias y de acompañamiento: que los grupos y personas en proceso de asociación estén ligados a alguna comunidad de Hermanos o de otros asociados, la cual se responsabiliza del acompañamiento y les ayuda a descubrir el valor de la comunidad, y cuando son personas que no están ligadas a algún grupo favorecer su integración en todo o parte de la vida comunitaria. Merecen una especial atención las experiencias de voluntariado.
- participación en la responsabilidad sobre la misión: en general, los Distritos y Regiones con planes de formación más completos son también los que cuentan con mejores estructuras participativas. El paternalismo hacia los seglares se opone al principio básico de la Asociación lasallista.
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