EL DESAFÍO: VIVIR HOY NUESTRA HISTORIA FUNDACIONALEl año 2000 quedará señalado en la historia de la nueva Asociación lasaliana con un significado especial. Sus cifras sugieren el comienzo de una nueva etapa. Y al mismo tiempo están apuntando a un pasado sobre el que se construye la nueva etapa. Desde el comienzo del año se proponía un desafío expresado en la última Carta Pastoral del Hermano John Johnston. Su título: “El desafío: Vivir hoy nuestra historia fundacional” transmitía la urgencia de dar continuidad, de una manera nueva, a algo que había sido esencialmente nuevo, nuestros comienzos fundacionales.
“Debemos permitir que la fuerza de nuestra historia fundacional y la interpretación de La Salle de la misma, nos formen, desafíen e inspiren. La visión renovada, el compromiso y el dinamismo surgirán de esa meditación. Llegaremos a comprender el significado de fidelidad creativa y la haremos realidad” (p.20).
El Capítulo General del 2000 (la Asociación para el servicio educativo de los pobres, como respuesta lasaliana a los desafíos del siglo XXI) asumió el reto:
“El 43º Capítulo General ‘bajo la guía del Espíritu Santo’ debe ayudar al Instituto a vivir hoy nuestra historia fundacional” (p. 10).
El Capítulo se sitúa desde el comienzo en una dinámica de narración: contempla la historia lasaliana desde la perspectiva presente, y reconoce el hilo, la trama que une nuestro hoy con aquellos comienzos. Identifica el nudo en el que confluye y del que arranca la trama de nuestra historia:
“El acontecimiento fundacional que une al Instituto de hoy con sus orígenes es aquel del 6 de junio de 1694, cuando San Juan Bautista de La Salle y doce de sus compañeros se asociaron para consagrar su vida a la educación cristiana de los niños pobres” (Circular 447, p. 2).
Percibe que no es sólo un recuerdo: hay en él una fuerza inspiradora que llega hasta nosotros:
“El voto de los orígenes que asocia al Fundador con doce Hermanos en 1694, para el servicio educativo de los pobres, es la fuente de las asociaciones lasalianas entre seglares y religiosos que quieren juntarse para trabajar en la misión lasaliana. Este es el origen de las nuevas respuestas asociativas para la misión” (p. 3-4).
El Capítulo, representando al Instituto de los Hermanos, se siente formando parte de esa historia y acepta su propia responsabilidad de continuar narrándola:
“El Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas es la primera forma de asociación querida por Juan Bautista de La Salle” (p. 3).
Pero, al mismo tiempo, está atento a descubrir los nuevos actores que se están incorporando a esta misma historia para enriquecerla, atraídos por la misión:
“Para el desarrollo de la misión lasaliana, el Instituto se deja interpelar por los dinamismos que se manifiestan tanto en los Colaboradores como en los Asociados, anima y apoya todas las formas de compartir de los Colaboradores entre sí y con los Hermanos, a fin de que cada uno pueda profundizar su propia comprensión de la asociación…” (p. 3).
1. ASOCIARSE…, MENSAJE CENTRAL DE NUESTRA HISTORIA FUNDACIONALEl relato de la Asociación lasaliana tiene ya una amplitud de tres siglos y cuarto. Lo podemos representar como un arco iris cuyos extremos están anclados, el uno en nuestras propias raíces fundacionales, el otro en el presente que nos toca vivir. La luz circula en ambos sentidos. Nuestro presente nos ayuda a leer aquel acontecimiento fundacional y descubrir el mensaje que tiene guardado para nosotros. Y nuestro presente se llena también de nuevo significado al leerlo a la luz de nuestras raíces fundacionales.
1.1 UN RELATO REVELADOR DE NUESTRA IDENTIDAD El “mito inicial” de nuestra historia lasaliana es el relato de los orígenes, que está más allá de lo anecdótico porque se refiere a experiencias de vida relacionadas en una trama en la que el Espíritu Santo ha tenido un protagonismo directo. Nuestro “mito inicial” es la narración de cómo entró en la historia el carisma lasaliano, de cómo surge la identidad colectiva “Hermanos de las Escuelas Cristianas”; y, con la perspectiva actual podemos añadir, de cómo surge la identidad colectiva lasaliana. En nuestro mito inicial encontramos el sentido de nuestra identidad, aquello que nos permite sentir que formamos parte del mundo y de la Iglesia pero con algo especial; algo especial para enriquecer al conjunto.
Y dentro de esa historia hay un acontecimiento que hace las funciones de “centro de gravedad” por su especial importancia: “aquel del 6 de junio de 1694, cuando San Juan Bautista de La Salle y doce de sus compañeros se asociaron para consagrar su vida a la educación cristiana de los niños pobres” (43º Cap. Gral., Circ. 447, p. 2).
Se trata de un acontecimiento fundante, una especie de generador de energía para la historia posterior lasaliana, y también un foco de luz para clarificar nuestra identidad colectiva. ¿De dónde le viene esta fecundidad? De la combinación de estos cuatro componentes sobre los cuales se apoya el Acta de Asociación:
1º la comunión que une a estas personas que firman el Acta;
2º el carisma o espíritu común que se ha ido revelando entre ellas;
3º el compromiso entre sí y ante Dios;
4º la misión que ha sido el motivo de los otros tres componentes, es decir, la educación cristiana de los pobres.
Estos cuatro componentes: comunión, espíritu o carisma, compromiso y misión dan un significado concreto a la Asociación lasaliana y la diferencian sustancialmente de la manera más corriente de entender hoy el concepto “asociación”.
1.2 EL ITINERARIO RECORRIDO POR LA “COMUNIDAD PARA LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES” El acontecimiento de 1694 y el dinamismo que nace con él no surge por casualidad: está dentro de un proceso, es fruto de ese proceso, y sólo se descubre su sentido al contemplarlo dentro de dicho proceso.
Tiene un período de gestación (década de 1680) que coincide con los comienzos del itinerario de aquella primera comunidad -esparcida en varias casas- formada por La Salle y los maestros / primeros Hermanos. Es una confluencia de vidas muy distintas, producida por la voluntad de dar respuesta a las necesidades educativas de los niños y jóvenes abandonados, "alejados de la salvación". Esa llamada, leída desde la fe, es interpretada también como llamada de Dios. La voluntad de dar respuesta a esta llamada de Dios y de los pobres se convierte en motor de lo que será la Asociación de los Hermanos, primero, y luego, ampliando el círculo, de la Asociación lasaliana.
• 1682-84: Se produce la renuncia de La Salle a su canonjía y a sus bienes: no es por un ansia de perfección o por dar ejemplo a los maestros, sino por asegurar la comunidad que debe servir a los pobres. Era el reto que le había planteado N. Barré: “estar con ellos y ser como ellos”.
• 1684-86: Los primeros gestos de la comunidad para institucionalizar su identidad: nombre, hábito, reglamento... dejan clara la relación intrínseca entre comunidad y educación de los pobres. El voto de obediencia que emiten por primera vez en 1686 va en la misma línea, para asegurar la cohesión del grupo al servicio de la misión.
• 1686-1690: La comunidad madura y da los primeros pasos hacia la universalización, al mismo tiempo que experimenta las primeras tentaciones fuertes, desde fuera, para limitar el alcance de la comunidad lasaliana: la expansión de Reims hacia París, frente a la seguridad económica ofrecida por el Arzobispo de Reims si se limitan a su diócesis; la opción por la autonomía interna de la comunidad frente a la protección derivada de convertirse en funcionarios del párroco; la decisión de mantener un proyecto de educación cristiana integral y abierta a todos, frente a la tranquilidad por someterse a un esquema escolar legal pero injusto con los pobres.
En el transcurso del proceso las personas se van transformando:
− se descubren dentro de una historia de salvación que tiene nombres y rostros concretos;
− experimentan la comunión con otras personas animadas del mismo espíritu;
− se introducen en un ministerio que acrecienta su responsabilidad ante Dios, ante la Iglesia y ante los destinatarios de su misión.
El resultado del proceso es una nueva identidad configurada por el carisma lasaliano.
El itinerario, animado por el carisma -el Espíritu-, pone de manifiesto la importancia y la necesidad de la comunidad como mediación para realizar la misión educativa, pero también como signo de la propuesta educativa que se ofrece a la sociedad.
El itinerario también revela la debilidad de esta mediación en la medida en que se reduce el horizonte externo e interno de la comunidad. La comunidad está amenazada por los intereses inmediatos, el pragmatismo y el posibilismo; todo ello amenaza con ahogarla cuando pierde el horizonte de la misión. Pero, sobre todo, la comunidad está amenazada por el cansancio o la volubilidad de las personas que la componen, por la falta de compromiso interno, por la carencia de raíz.
La crisis de 1690 -la mitad de los Hermanos abandonan la comunidad lasaliana- pone de manifiesto, sobre todo, esta falta de horizonte interno, el compromiso personal que sólo puede provenir del hombre interior, bien afianzado en Dios, en comunión con sus hermanos y responsable de la obra que Dios le ha encomendado.
1.3 EL VOTO DE ASOCIACIÓN: UN GESTO PROFÉTICO El voto de asociación de 1691 y 1694 es el auténtico umbral de la Asociación lasaliana. Y es también el “nudo” que resuelve la crisis y une los dos tramos del itinerario, justo cuando amenaza romperse la continuidad. En el gesto de consagración se reúnen y anudan la confianza en Dios, a quien se atribuye el proyecto; la solidaridad con los Hermanos, con quienes se cuenta a la hora de realizar el proyecto; la responsabilidad con los destinatarios de la misión.
• Externamente no añade nada, ni a la misión ni a la comunidad. Pero internamente las pone en referencia explícita a Dios mismo. Por este motivo sus protagonistas encontrarán una fuerza mayor para llevar adelante el proyecto.
• El voto proyecta hacia el futuro lo que ya se está viviendo. Es un gesto profético: se afirma que Dios está presente en la obra que realizan, y por eso, a pesar de su aparente fragilidad, pueden comprometer su vida en dar continuidad a la experiencia.
La fórmula de consagración o gesto de compromiso de Juan Bta. de La Salle y los Hermanos expresa en su conjunto la relación que se establece entre la dimensión “comunidad” (“juntos”) y la dimensión “asociación para la misión”. Esa relación comprende el estilo comunitario de vida, la radicalidad con que se asumen los objetivos de la Asociación y el orden de prioridad que se les concede entre las opciones que la persona ha de tomar en su vida. En este caso, el compromiso se extiende a la solidaridad absoluta con los miembros de la comunidad y con los objetivos de la Asociación, y a ello se subordinan los propios intereses y las necesidades personales. Es decir, el tipo de Asociación establecido por el compromiso de Juan Bta. de La Salle y los Hermanos es el correspondiente a una comunidad intencional.
• La fórmula comienza dirigiéndose a la Trinidad como referencia última de la Asociación lasaliana, pues Ella es el modelo de comunión para la misión y el fundamento último en que se asienta la Asociación, no la capacidad de compromiso o generosidad de los asociados.
• El objeto de la consagración se expresa en un doble nivel: “procurar la gloria de Dios” y edificar la comunidad que tiene como fin la educación de los pobres. La consagración unifica ambos fines, o más bien los hace equivalentes. Es la máxima expresión de la unidad de vida del Hermano.
• El compromiso consiste en “unirse y permanecer en sociedad con los Hermanos...”, y se desglosa luego en tres votos: asociación, estabilidad y obediencia. Cada uno de ellos refuerza un aspecto de la comunión para la misión: me uno a estos Hermanos, prometo que les seré fiel, acepto lo que decidan. Obsérvese que los tres votos, dirigidos a Dios, tienen como destinatarios directos a los Hermanos con los que se asocia, el cumplimiento se realiza en y con ellos.
• El compromiso no es, pues, inmediatamente con la obra de las escuelas sino con la Asociación, es decir, con la “Comunidad para las escuelas gratuitas”. Esta característica define esencialmente el proyecto lasaliano: la comunión es la mediación elegida para lograr la finalidad; por eso el acento se pone en la relación fraterna entre los que componen la Sociedad, antes que en la proyección apostólica propiamente dicha, aunque ésta sea la finalidad de aquélla.
• La finalidad es el mantenimiento de las escuelas gratuitas; en esta finalidad están implícitos los destinatarios preferentes, los niños pobres. La fuerza de la Asociación se dirige hacia los pobres, sin exclusividad, pero con una preferencia firme. Es la finalidad de la Sociedad y ha de ser cumplida por ella, no por cada miembro aisladamente; por eso cada asociado acepta realizar en la Sociedad “el empleo a que fuere destinado”.
• “Juntos y por asociación”: Señala el estilo con el que se va a llevar la obra, y también la tensión fecunda que ha de darse entre la inmediatez y cercanía a los destinatarios concretos -cosa que favorece la comunidad- y la universalidad y amplitud de miras -más propio de la Institución-.
De los miembros que integran en aquel momento (1694, y los años que le siguen) la “Comunidad de las Escuelas Cristianas”, sólo unos cuantos hacen explícito su compromiso con el voto de asociación (la consagración), pero ese gesto tiene un alcance profético para toda la comunidad: los demás resultan alcanzados por las consecuencias del gesto de los otros y contribuyen también a la constitución de la Sociedad y al logro de su finalidad. El gesto de unos pocos beneficia a todos, sirve de referencia para todos y es lazo que integra a todos en la Sociedad.
1.4 UNA FRATERNIDAD MINISTERIAL PARA LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES La comunidad que en 1694 pronunciaba el Voto de Asociación, no hay duda de que se sentía “religiosa” en pleno sentido. Los escritos del Fundador no dejan lugar a dudas sobre ello.
Pero al expresar su identidad no se limitan a copiar clichés o modelos vigentes en los grupos eclesiales de su tiempo, sino que se empeñan en reflejar la novedad de la que eran portadores, con unos signos que iban dirigidos a ellos mismos antes que al ambiente social en que vivían.
• un hábito que les diferencia de clérigos y de seglares, pero también de las formas clásicas de vida religiosa;
• un nombre, “Hermanos de las Escuelas Cristianas”, que les liga directamente a la Misión, antes que a cualquier patronazgo o devoción, y proclama la fraternidad como estilo de vida que les define;
• una señal , la gratuidad, medio para llegar a los pobres que convierte sus escuelas en lugares de encuentro sin diferenciación de clases sociales; por eso estas escuelas son signo eficaz del Reino.
En este marco de originalidad hay que situar el signo de su consagración, cuyo punto de referencia no es la perfección evangélica (representada en los tres votos clásicos), que expresa una disponibilidad radical (“aunque tenga que vivir de solo pan”) y que tiene como objeto central -y único- la comunión para la misión. Pero en términos muy concretos: comunión con estas personas, con esta comunidad, para esta misión específica de la que se sienten responsables. Los vínculos elegidos para explicitar la consagración (asociación, estabilidad, obediencia) confirman la importancia esencial de la mediación elegida para llevar a cabo la finalidad: la comunidad.
El gesto de consagración lasaliana es un rito de alianza en el que se dan cita todos los implicados en esta obra que motiva la consagración: Dios, los otros miembros de la comunidad y los destinatarios de la obra. El gesto de consagración anuda a la persona con la comunidad, a ésta con los destinatarios de la misión, y a todos ellos con Dios.
En resumen, lo que nuestra primera comunidad lasaliana, con su Fundador al frente, intuyó que constituía el núcleo central de su vida consagrada era la comunión para la misión. O de manera más precisa: la fraternidad ministerial para la educación de los pobres. Estaban convencidos de que contribuían a procurar la gloria de Dios en la medida en que se dedicaban a edificar este tipo de fraternidad, a la cual no tenían reparo en identificar como la obra de Dios. Esta fraternidad ministerial es lo que en términos lasalianos se conoce como Asociación. Ese era el signo existencial que estaban viviendo con intensidad, y eso mismo es lo que convierten en signo oficial en su fórmula de consagración.
La afirmación que hemos hecho sobre la vida consagrada del Hermano la hacemos extensiva hoy a la Asociación lasaliana en su nueva versión. La consagración religiosa del Hermano se convierte así en signo para toda la Asociación lasaliana, que es, ella misma, una comunión para la misión.
La Asociación lasaliana se constituye, ante todo, no como un equipo de trabajo, sino como una comunión de personas que se sienten convocadas por Jesucristo y enviadas para representarlo. No se apoya primariamente en una organización eficaz sino en la relación interpersonal de quienes se sienten llamados y enviados a realizar la obra de Dios. Y esa comunión es la garantía de su fidelidad a la misión.
1.5 LA ASOCIACIÓN, DINAMISMO DE VIDAEl proyecto lasallista es un proyecto de fraternidad ministerial: una fraternidad vivida para la misión y configurada desde la misión. El voto de asociación ha producido en la raíz del proyecto lasallista un dinamismo de vida que se proyecta en las tres dimensiones propias de esta alianza.
La fuerza creadora de la misión: el resultado del voto de asociación no es la formación de un grupo pasivo que da estabilidad a determinadas estructuras, sino que promueve una creatividad que tiene como motivación permanente el intentar dar respuesta, juntos y por asociación, a las necesidades educativas de los pobres que llegan a sus escuelas. Uno de los frutos y, al mismo tiempo, signo de la fuerza creadora de la asociación lasallista es la Guía de las Escuelas.
La fuerza regeneradora de la fraternidad: El voto de asociación lleva en sí la capacidad regeneradora que es propia de la comunión, como lo experimentó el propio Fundador, quien necesitó que sus Hermanos le recordaran las maravillas de Dios en su historia, para iluminar un presente que era de fuerte crisis. La carta del 1 de abril de 1714, escrita por los principales Hermanos de París y alrededores, tiene esa virtud. Es la prueba visible de que el acto de consagración no estaba orientado a la promoción de la santificación individual, sino a la promoción de la obra de Dios de la que se reconocían instrumentos. Es la fuerza regeneradora que el voto de asociación ha puesto en esta fraternidad ministerial, capaz de dar nueva vida a los miembros de la fraternidad.
La fuerza integradora de la consagración: La consagración es la raíz más honda de la asociación lasallista, es su fuente de vida. Revela a los actores del proyecto el sentido más profundo del mismo, la motivación definitiva de su compromiso de vida, el porqué definitivo de la existencia de esta fraternidad ministerial: es Dios quien los ha asociado; es Dios quien los ha llamado a trabajar juntos y por asociación en su obra; ellos son mediadores del amor de Dios, mediadores de su plan de salvación para “los hijos de los artesanos y de los pobres”.
2. PARA LA MISIÓN: …MINISTROS DE LA PALABRA... AL SERVICIO DE LOS POBRES… EN COMUNIDAD“El fin de este Instituto es dar cristiana educación a los niños; y con este objeto se tienen las escuelas, para que estando los niños mañana y tarde bajo la dirección de los maestros, puedan estos enseñarles a vivir bien, instruyéndolos en los misterios de nuestra santa religión, inspirándoles las máximas cristianas…” (RC 1718, 1,3)
2.1 MINISTROS DE LA PALABRA El Fundador es claro: Procurar este beneficio a los hijos de los artesanos y de los pobres, tal ha sido el motivo por el cual se han instituido las Escuelas Cristianas (ídem 1,5). En el fondo se trata de poner los medios de salvación al alcance de los jóvenes y por eso el espíritu de fe que anima al lasallista debe traducirse en celo ardiente por la salvación de aquellos que están bajo su cuidado educándolos en la piedad y en el verdadero espíritu cristiano, esto es, según las reglas y máximas del Evangelio (RC 1718, 2,10).
El Fundador nos invita a menudo, sobre todo en las Meditaciones para el Tiempo de Retiro, a considerarnos como Ministros de Dios y dispensadores de sus misterios. Esto constituye una de las dimensiones más maravillosas de nuestra misión. No debéis dudar de que es gran don de Dios la gracia que os ha hecho al encargaros de instruir a los niños, anunciarles el Evangelio y educarlos en el espíritu de la religión (MR 201,1).
Lo que el Fundador decía a los primeros Hermanos sigue teniendo plena actualidad para nosotros hoy. La educación cristiana tiene un papel importantísimo que jugar en nuestra realidad actual, con tal de comprenderla de una manera integral como una educación capaz de humanizar, de personalizar, ejerciendo una función crítica que posibilite la creación de una nueva sociedad, participativa y fraterna, que convierta al educando en sujeto, no sólo de su propio desarrollo, sino también al servicio del desarrollo de su comunidad, que permita interiorizar y hacer norma de vida los valores evangélicos.
La escuela lasallista debe ser el lugar privilegiado para poner en práctica la misión de la educación cristiana al servicio de los pobres. Se trata de ver cómo la escuela puede seguir siendo hoy instrumento de evangelización en el ambiente pluricultural, consumista y secularizado que vivimos en muchos lugares, y cómo puede ayudar a los jóvenes a pasar de una teoría o de prácticas religiosas a una verdadera experiencia de vida, allí donde los valores religiosos tienen mayor pertinencia. Y esto a varios niveles: el ambiente mismo de la escuela, la catequesis explícita, la pastoral, los grupos apostólicos o de vida cristiana, la apertura a las familias, el compromiso con la Iglesia y con la sociedad y en especial con los pobres, el diálogo ecuménico e interreligioso.
Hacer visible el rostro de DiosLa manera más convincente de transmitir la Palabra de Dios, es el propio testimonio del educador, que se ha dejado transformar por ella y que manifiesta en su vida cotidiana la realidad que anuncia. En vano creeríais lo que Jesucristo os ha propuesto en el Santo Evangelio si vuestras acciones no lo confirmasen… ¿En qué demostráis que tenéis el espíritu del cristianismo? Tened la seguridad de que, para poseerlo, es preciso que vuestras acciones no desmientan la fe que profesáis, y que sean expresión viva de lo que está escrito en el Evangelio (MF 84,3).
El Fundador afirma, a su vez, que este anuncio nos debe llevar a una profunda vida de oración, para que nuestras palabras sean verdaderamente eficaces: “…no produciréis mucho fruto en ellos si no poseéis plenamente el espíritu de oración, que comunica unción santa a vuestras palabras, y que las hace de todo punto eficaces, por penetrar hasta el fondo del corazón” (MF 159,2).
El mundo de hoy necesita más que teorías, testimonios y signos que lo desinstalen y lo abran a la trascendencia. Las instituciones lasallistas deben ofrecer una escala de valores inspirada en el Evangelio.
Nos guste o no, debemos estar abiertos a los signos de los tiempos, que con todas sus ambigüedades, nos muestran el terreno donde sembrar la Buena Nueva en el corazón de los jóvenes que educamos. Y les debemos ofrecer corazones disponibles para escucharlos, comprenderlos, ponerlos de nuevo en camino; comunidades capaces de acogerlos y guiarlos; escuelas cercanas a sus inquietudes; una catequesis capaz de dar un sentido a su vida y de comprometerlos en la construcción de un mundo más fraterno, humano, solidario y participativo, anticipo del Reino; una pastoral que les haga vivir en primera persona la presencia transformadora y la plenitud de Dios
2.2 LOS POBRES SON LA CAUSA DE LA CONSAGRACIÓN La fórmula de consagración señala: “Me consagro… para procurar tu gloria” = “…para tener juntos y por asociación las escuelas al servicio de los pobres”. La Salle y los primeros Hermanos quisieron añadir a su fórmula de consagración aquella expresión "hasta vernos obligados a pedir limosna y vivir de solo pan", para afirmar así la actitud decidida de la Comunidad en hacer de los pobres los primeros destinatarios efectivos de su misión.
Esa actitud se funda en el convencimiento – o mejor, el sentimiento de fe - de que su ministerio constituye un don gratuito de la bondad de Dios; por este ministerio el amor gratuito de Dios puede alcanzar a los niños pobres que les están confiados (cf. MR 194,1).
La Regla original del Instituto no permite ninguna duda sobre quiénes son los destinatarios preferidos de este Instituto, ni sobre el motivo por el que ha sido fundado, como tampoco sobre la importancia de este ministerio (Regla 1718, cap. 1):
4. Este Instituto es de grandísima necesidad, porque estando los artesanos y los pobres ordinariamente poco instruidos, y ocupados todo el día en ganar su sustento y el de sus hijos, no pueden darles por sí mismos las instrucciones que necesitan, y una educación honrada y cristiana.
5. Procurar esta ventaja a los hijos de los artesanos y de los pobres, tal ha sido el motivo por el cual se han instituido las Escuelas Cristianas.
Esta preferencia sin exclusión no se refiere sólo a la “dedicación” a los pobres, sino que se trata de una preferencia afectiva. Son muchas las veces que el Fundador nos lo recuerda: "Estáis encargados por vuestro estado de instruir a los niños pobres; ¿sentís amor hacia ellos?; ¿honráis a Jesucristo en sus personas? Y, en tal supuesto, ¿los preferís a los de familias acomodadas? ¿Y tenéis con aquéllos más miramientos que con éstos?" (Med. 133,3).
Para que no quede ninguna duda, La Salle nos remite directamente al testimonio de Jesús: es un signo del Reino, ese Reino que hemos de anunciar en la escuela cristiana: "Vosotros tenéis que enseñar diariamente a niños pobres; amadlos con ternura, … siguiendo en este particular el ejemplo de Jesucristo. Preferidlos a los que no lo son, pues no dice Jesucristo: 'Se anuncia el Evangelio a los ricos', sino 'a los pobres'. De ellos ha querido, además, encargaros Dios a vosotros, y a ellos tenéis obligación de anunciar las verdades del santo Evangelio" (Med. 166,2).
En la meditación para la fiesta de san Nicolás resume con densidad su enseñanza sobre el amor preferencial y eficaz (transformador) del educador (representado en el Hermano) hacia los niños pobres: "Vosotros tenéis obligación de instruir a los hijos de los pobres; por tanto, debéis abrigar para con ellos particularísimos sentimientos de ternura, y procurar su bien espiritual cuanto os fuere posible, por considerarlos como los miembros de Jesucristo y sus predilectos. La fe que ha de animaros debe moveros a honrar a Jesucristo en sus personas, y a preferirlos sobre los más acaudalados de la tierra, porque son imágenes vivas de Jesucristo, nuestro divino Dueño. Haced patente, por los cuidados que les prodiguéis, que los amáis de veras..." (Med. 80,3).
Pero este acento lasallista tiene un segundo nivel de profundidad, en el que se apoya el primero: vivir en conformidad con los pobres y con Jesucristo pobre. La pobreza, para La Salle, se encuentra en la raíz de toda vida espiritual; la pobreza de espíritu es el fundamento mismo de la perfección evangélica, la primera Bienaventu¬ranza. Pero además, y ésta es la clave, no se puede evangelizar a los pobres si no se es pobre, si no nos situamos en el interior de su mundo: "Ya que a vosotros os ha cabido la suerte de ocuparos en instruir particular¬mente a los pobres, debéis, según el espíritu de vuestro Instituto, tenerlos en mucha más consideración que a los ricos. Debéis también vivir como pobres y desasidos de todo, para mayor conformi¬dad con ellos. Profesad, pues, tanto amor a la pobreza como los mundanos tienen a las riquezas" (Med. 143,2).
El carisma nos da una manera de mirar El carisma lasallista nos señala a los pobres como principales destinatarios. Pero eso no es equivalente a hacer una clasificación de “ricos y pobres” para poder optar por “el grupo de pobres”. La opción preferencial por los pobres nos conduce, no tanto a una clasificación, cuanto a incorporar en la mirada una dirección y una perspectiva:
• Una dirección en la mirada: Al encontrarse con el grupo de personas a las que es enviado, sea cual sea la clase social a la que éstos pertenezcan, la mirada del lasallista lleva en sí un dinamismo que la conduce a buscar a aquellos que están más afectados por limitaciones o pobrezas de diverso tipo: económicas, afectivas, psicológicas, intelectuales, morales,... Y a partir de ellos establece sus prioridades, la dedicación de su tiempo y sus energías...
La dirección en la mirada debe incorporarla cada lasallista a nivel personal, pero igualmente cada comunidad, el distrito, el Instituto entero, cada uno en el campo que le corresponda. La dirección de la mirada determinará dónde se centran y a quién se dedican nuestros análisis más cuidados, los mejores esfuerzos, las personas más capaces, la renovación de las obras...
• Una perspectiva o punto de mira para contemplar la realidad. El educador muestra a sus alumnos una realidad social, histórica... pero ¿desde qué perspectiva? Enseñar desde la opción por el pobre marca una manera de contemplar la realidad, sean quienes sean los destinatarios inmediatos de nuestra enseñanza, y asume la intención de suscitar en éstos la solidaridad con los menos afortunados.
Igualmente esta perspectiva debe afectar a cada lasallista en particular y ser comunicada en lo posible a todos los demás educadores que comparten la misión educativa; pero debe ser también una característica definitoria de todos y cada uno de nuestros proyectos educativos, de cada programa de asignaturas. Y debe convertirse en un criterio esencial a la hora de evaluar nuestras obras educativas.
Para vivir hoy nuestra identidad lasallista hemos de recuperar la opción por los pobres como distintivo característico de cada una de nuestras obras, y convertirla en propuesta educativa, como perspectiva global de toda la educación.
La opción por los pobres no consiste solamente en la creación de algunas obras educativas dedicadas a los pobres. La opción ha de estar presente en cada comunidad educativa. Entre otras cosas esto significará el plantear la educación para la justicia corno eje transversal de todo el programa educativo, cambiar el modelo pedagógico del “hombre libre” (el que domina la creación, el que sabe sacar el máximo rendimiento de los recursos naturales, el que está preparado para crecer y realizarse...), por el del “hombre justo” (el hombre solidario, el que se siente parte de la creación, el que crece con los demás...). Y significará también que nuestros centros educativos sean lugares donde no sólo se hable del pobre sino, sobre todo, se dé la palabra al pobre, se le escuche y dejemos que nos interrogue, se transmita y amplifique su voz para que pueda llegar desde la escuela a otros sectores sociales.
2.3 EN COMUNIDADEn los últimos cincuenta años nuestra institución ha estudiado como nunca sus orígenes y su historia. De ese esfuerzo ha ido emergiendo, entre otras, la evidencia de que el contenido de la primera fundación fue la Comunidad de las Escuelas Cristianas.
Nuestra herencia, pues, es nuestro compartir un mismo proyecto de vida al servicio de la educación preferente de los pobres. Consiste en ofrecer a nuestro pueblo el Signo de Esperanza supuesto por proyectos educativos a cuyo servicio vive un grupo de personas. Nuestra herencia consiste en la capacidad de vivir juntos un mismo proyecto de modo que son una misma nuestra fidelidad a los destinatarios de nuestro trabajo profesional y nuestra fidelidad a aquellos con quienes lo vivimos.
El voto de Asociación es la afirmación de la comunidad, poniéndola en referencia a Dios y a la misión: La Asociación nace en la comunidad y desde la experiencia de esta comunidad, pero también para asegurar y dar fuerza a la comunidad, hacia dentro y hacia fuera.
• La Asociación nace para enraizar a la comunidad y radicalizarla en sus lazos internos para mejor servir a la misión. Con la consagración señala a Dios como fundamento de la comunidad, y a la obra educativa como Obra de Dios.
• La Asociación nace para universalizar en el espacio y en el tiempo esta experiencia de la comunidad-para-la-educación-de-los-pobres. La Asociación es la garantía de la continuidad de la comunidad más allá de la existencia concreta de ésta en un tiempo y lugar. Da lugar a la Sociedad/Fraternidad lasallista.
Tres elementos fundamentales “Juan Bautista de La Salle se sintió movido a fundar una comunidad de hombres, que iluminados por Dios y en sintonía con su designio salvador, se asociaron para dar respuesta a las necesidades de una juventud pobre y alejada de la salvación. Hoy como ayer, toda comunidad de Hermanos descubre en dicho acontecimiento sus motivaciones fundamentales” (R.47). Este texto nos presenta los tres elementos fundamentales de toda comunidad, la de ayer y la de hoy.
En primer lugar, el Fundador y los primeros Hermanos viven una experiencia de Dios, experimentan una pasión por Dios, tanto que el “procurar su gloria” se convierte en objetivo existencial; experimentan un vaciarse de sí mismos para contemplar el mundo y la historia de los hombres, con los ojos de Dios. Del Dios de Jesucristo que asume la historia del hombre. La Regla lo expresa claramente cuando nos dice que “San Juan Bautista de La Salle, atento por inspiración de Dios...” (R. 1), “Juan Bautista de La Salle descubrió a la luz de la fe...” (R. 11). Podíamos hablar de un momento místico.
En segundo lugar, hay una mirada al mundo, en el que se descubren formas concretas de negación del Reino. Es un acercamiento gratuito, misericordioso, transformador. Es la pasión por el mundo. Es la misión, el momento político, en el que se descubre que la mayor gloria de Dios es que el hombre viva. En los mismos textos de la Regla aparece este segundo movimiento. “Atento al desamparo humano y espiritual de los hijos de los artesanos y de los pobres...” (R. 1), “Impresionado por la situación de abandono de los hijos de los artesanos y los pobres...” (R. 11).
En tercer lugar, se da una respuesta comunitaria, nace un cuerpo que se organiza históricamente para dinamizar el mundo en la dirección del proyecto de Dios. “Reunió a esos maestros en comunidad y fundó luego con ellos el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas” (R 1). Es el momento organizativo que debe brotar de una mística y de una política común.
Hoy, la fidelidad dinámica a nuestros orígenes nos debe llevar a reactualizar este triple movimiento: espiritual, analítico y operativo. Nuestra vida comunitaria debe estar alimentada, sostenida y motivada por esta triple experiencia común. De lo contrario la vida comunitaria sólo sería una experiencia “institucionalizada” que se reduciría a aceptar normas extrínsecas, a conformarse con reglas, reglamentos y
comportamientos o, como reacción contraria, a encerrarse en un individualismo egoísta
La nueva comunidad lasallista Nuestra comprensión de lo comunitario trasciende las actuales comunidades de Hermanos. En este momento de nuestra historia, valoramos también la necesidad de caminar hacia un nuevo modelo de comunidad cristiana adaptada a las circunstancias de cada lugar, animada por la espiritualidad lasallista, compartiendo los diferentes carismas cuando se trabaja con seglares, otros religiosos o instituciones… Este nuevo modelo de comunidad está llamado a ser de algún modo la continuadora de lo que hasta hoy ha sido en el Centro Educativo la comunidad de los Hermanos.
Algunas de sus características serán:- Incluir en su seno a un variado conjunto de personas: Hermanos, otros religiosos, personas que trabajan en el Centro, padres de familia, miembros de grupos o comunidades cristianas, antiguos alumnos…
- Sus integrantes lo hacen voluntariamente y por explícito deseo, desde una opción creyente e inspirados en la tradición lasallista: espiritualidad, visión educativa, experiencia comunitaria… compartiendo los diferentes vocaciones de las personas que participan en la comunidad. Viven juntos algún tipo de experiencia comunitaria.
- Como continuadora de la comunidad de los Hermanos, se hace presente en la vida de la Comunidad Educativa, ofreciéndose como signo de los valores del Reino, y asume como tarea propia el hacer vivas en la práctica diaria las señas de identidad lasallistas, tal como le han sido transmitidas por la comunidad de los Hermanos, dentro de la misión de la Iglesia, animando el Centro al servicio de los pobres.
Tal vez nuestra misión aquí y ahora consista en constituirnos juntos, Hermanos, Colaboradores/as y Asociados/as en comunidades vivas y significativas:
- portadoras de la Buena Noticia evangélica, evangelizadoras y que se dejan evangelizar por los pobres,
- viviendo, anunciando y promoviendo la fraternidad, desde el compartir respetuoso con las diferentes vocaciones,
- sintiéndose partícipes de una misma misión: dar respuesta a los desafíos de nuestra realidad desde la educación, preferentemente de los pobres.
En las nuevas Comunidades lasallistas el valor de la fidelidad hace que encuentren su lugar el religioso y el seglar, el cristiano y el hombre de buena voluntad. Todos ellos comparten el mismo cuidado de animar su proyecto educativo desde su modo de vivir la fidelidad. Todos lo hacen animados por la conciencia de su responsabilidad en este momento histórico. Así participan diariamente en la reinvención del Signo de la Comunidad.
CONCLUSIÓN El concepto de asociación ha sido y es cada vez más, una idea central para las diferentes personas que comparten, de una u otra forma, la misión lasallista en los diferentes niveles, ya sea como asociados, copartícipes o colaboradores. La perspectiva de asociación, como lo mostró el 43º Capítulo general, ha llegado a ser un concepto unificador que orienta a la misión lasallista, hacia un futuro diferente, hacia un futuro que ya se está haciendo realidad.
Sin olvidar que la asociación no nace para satisfacer las necesidades de sus miembros, sino para responder a las necesidades educativas de los niños y jóvenes abandonados, lejanos de la salvación. Es la misión la que orienta y suscita la asociación.
El horizonte nos invita a soñar, no repitiendo simplemente formulas del pasado, sino inventando con audacia y creatividad, la Asociación lasallista del nuevo milenio.