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Textos de interés general.

domingo, julio 23, 2006

LA NUEVA ASOCIACIÓN LASALLISTA: DINAMISMOS

En nuestro presente, sigue activo el dinamismo de vida que hemos visto en los orígenes. Dios sigue iluminando los corazones de los que El ha elegido para anunciar su Palabra a los niños, y esta luz nos asocia para la misión educativa. El conjunto de los educadores lasallistas somos hoy signo en el mundo de la presencia salvadora de Dios. Es la misma alianza significada en el arco iris bíblico y recreada hoy por este don del Espíritu que es el carisma lasallista.

El carisma no se nos da para que nos integremos en una estructura u organización, sino para que entremos en un proceso de comunión para la misión. Las estructuras, las organizaciones, las instituciones, surgen en este proceso para hacerlo eficaz y darle continuidad. A cada uno le es concedido el carisma en la medida que el propio Espíritu quiere, junto a otros dones, y también en la medida que cada uno quiere asumirlo. De esta forma surgen las diversas vocaciones lasallistas. Cada uno, sin compararse con los demás, deberá dar cuenta de sus propios dones y vivirlos complementariamente con todos los que comparten la misma misión, y al servicio del conjunto y de la finalidad común.

  • LOS CAMINOS QUE SUGIERE EL 43º CAPÍTULO GENERAL

Las orientaciones y decisiones del último Capítulo General relativas a la colaboración y a la Asociación, en adelante deben fundamentar nuestra reflexión y nuestra acción.
El Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas: es la primera forma de Asociación querida por La Salle, y los Hermanos deben interrogarse permanentemente sobre la manera como están asociados entre ellos, por voto, para la misión. Pero el desarrollo de la misión lasallista requiere que el Instituto se deje provocar por los dinamismos que se manifiestan hoy tanto entre los colaboradores como entre los asociados y anime y apoye el compartir entre colaboradores y con los Hermanos, con la finalidad de que cada uno pueda profundizar su propia comprensión de la Asociación.
Los colaboradores (“partenaires”): de hecho son los que comparten nuestra misión en sus múltiples expresiones profesionales, educativas, catequéticas, apostólicas... Ellos hacen posible que la misión pueda realizarse.
Los asociados/as: hay varias modalidades posibles de Asociación. Unas conciernen a las personas, otras a los grupos.
Hay colaboradores que han recorrido un largo camino de colaboración en la misión lasallista y que sienten una llamada a profundizar el carisma, la espiritualidad y la comunión lasallista. Viven o quieren vivir un determinado número de características lasallistas:
  • una vocación referida al carisma de La Salle.
  • una vida de fe que descubre a Dios en la realidad, a la luz de la Escritura.
  • una experiencia de comunidad vivida de diversas mane ras y según la identidad de cada uno;
  • una misión asociada al servicio educativo de los pobres y que implica una cierta estabilidad;
  • una apertura universal que transciende la persona y su realidad local.
Las personas, según su tipo de compromiso, pueden estar asociadas a una comunidad o a un distrito por mutuo acuerdo. Si lo desean, pueden manifestar el anhelo de asociarse de manera más formal al Instituto. Entonces compete al Hermano Visitador y a su Consejo reconocerlas en calidad de asociado.

Los grupos intencionales: son grupos en los cuales las personas, respondiendo a una llamada interior, se asocian voluntariamente para vivir algunas características lasallistas según modalidades y duración variables. Para que haya grupo lasallista intencional se requieren tres condiciones: que algunas características lasallistas sean claramente identificables; que el compromiso por los jóvenes y los pobres sea preciso; que el Hermano Visitador y su Consejo les haya autentificado mediante un acto oficial y por una duración determinada.

Unos grupos gozan de autonomía respecto al Instituto de los Hermanos, como los Institutos de las Hermanas Guadalupanas de La Salle y las Hermanas lasallistas del Vietnam. Otros están en relación orgánica con el Instituto de los Hermanos como los Signum Fidei y la Tercera Orden Lasallista. Otros grupos intencionales podrían crearse, por ejemplo a partir de jóvenes Iasalianos, voluntarios Iasalianos, comunidades lasallistas, equipos Iasalianos, etc.

En los Distritos, los Hermanos y sus asociados crean allí donde no existen, o desarrollan una estructura encargada de la misión educativa lasallista en la cual todos participan con voz y voto. Los criterios de participación de los Hermanos y de sus asociados en esta estructura serán determinados por los Capítulos o por el Visitador y su Consejo en diálogo con los Asociados.

Se ha creado Un “Consejo permanente de Hermanos y colaboradores” para la misión lasallista y una “Asamblea internacional para la misión educativa lasallista”.

La ASAMBLEA INTERNACIONAL 2006 (“AI-2006”): “ASOCIADOS PARA LA MISIÓN LASALLISTA”, representa al conjunto de personas y grupos que comparten la misión educativa desde el mismo carisma lasallista. Ha de ser un ámbito de interpretación fiel del carisma lasallista: por la participación de experiencias, por el discernimiento de las mismas, por el descubrimiento de las nuevas necesidades… Y también ha de ser un ámbito de creatividad para sugerir nuevos caminos, nuevas respuestas a los problemas de hoy. Tiene los objetivos de:
  1. buscar y proponer respuestas a las nuevas necesidades de la misión lasallista,
  2. compartir las experiencias de asociación, analizar y evaluar la puesta en marcha del proceso de asociación para la misión;
  3. presentar pistas de acción al próximo Capítulo General respecto de las dos realidades anteriores.
Se realiza a lo largo del año, en dos etapas: Asambleas Parciales que tienen lugar en las Regiones o los Distritos y una Asamblea conclusiva que tiene lugar en Roma con los delegados de las Asambleas Parciales.

Las Asambleas regionales trabajarán en torno a Asociación, Misión Educativa y Estructuras de organización. La Asamblea Internacional explorará el sentido y los conceptos de Misión y Asociación. Y revisará- evaluará la puesta en práctica de las propuestas importantes del Capítulo General del 2000,

En la preparación del 44º Capítulo General (2007), se tendrá en cuenta la reflexión y las conclusiones de la AI-2006, Pero más allá de su relación específica con el Capítulo General de los Hermanos, la AI-2006 es una estructura de discernimiento y de comunión para el conjunto de personas y grupos lasallistas reunidos en torno a la Misión educativa lasallista. Es una respuesta a esta realidad nueva lasallista en el contexto de la Iglesia actual, Iglesia que quiere situarse en el mundo como una Comunión para la Misión.

¿Cuáles son los principales dinamismos que pueden impulsar y favorecer estos procesos?

1. LA COMUNIÓN PARA LA MISIÓN

La trama que da vida al relato lasallista y lo regenera (también su fundamento teológico-eclesiológico) es la comunión para la misión, la asociación para el servicio educativo de los pobres. El resultado de esta comunión para la misión es una comunidad ministerial, lo que en términos lasallistas se conoce como Asociación.

La Asociación lasallista en los orígenes pone en marcha tres dinamismos, dirigidos a formar los tres pilares del proyecto lasallista según el carisma fundacional:
  • un estilo de educador: un hombre que vive desde el interior (desde el espíritu), en la presencia de Dios; que se siente profesional, responsable y mediador en el proceso educativo, incluso ministro de Jesucristo y de la Iglesia; que se dedica en cuerpo y alma a la tarea educativa y entiende la relación con el alumno como una relación fraterna;
  • un estilo de comunidad educadora: fundamento y garante del proyecto educativo, educadora de los educadores que la componen, y signo de fraternidad cristiana por las relaciones que se crean entre sus miembros;
  • un estilo de obra educativa: hecha a la medida del pobre; con una pedagogía personalizada y de calidad, y que eduque cristianamente (el proyecto educativo según el carisma lasallista).
Es importante ver la relación que se crea entre los tres pilares, porque de esa relación depende la intensidad de los dinamismos:
  • la identidad del educador se desarrolla desde las posibilidades que le ofrece la comunidad educadora, y a su vez condiciona a ésta;
  • educadores y comunidad educadora determinan el estilo de la obra educativa, y a su vez encuentran en ésta la motivación del propio dinamismo que los transforma.
Los dinamismos que la Asociación lasallista puso en marcha en los comienzos de nuestra historia son los mismos que hoy hemos de lograr, en circunstancias bien diferentes.

Este itinerario se ofrece a todas las personas que colaboran en la realización de las obras educativas lasallistas. Consiste en un proceso de comunión para la misión, en cuyo interior se desarrolla el itinerario vocacional de cada educador. El proceso de comunión no se limita a promover la relación entre los agentes del proyecto lasallista; es necesario que, al mismo tiempo, promueva la participación en el carisma común lasallista. La asociación no es posible al margen de dicho proceso, sino que es su fruto más consistente.

El resultado natural del proceso es la integración de las personas en las comunidades locales en sus diferentes niveles: la comunidad educativa, la comunidad de fe. A un nivel más universal podríamos hablar de una familia espiritual lasallista.

No hay que olvidar que se trata de un proceso largo y complejo pues se refiere a la entrada en un itinerario de vida que implica, por tanto, la transformación de la persona; es también la entrada en un sistema nuevo de relaciones interpersonales y en una herencia histórica que ofrece motivaciones y requiere tiempo de formación.

1.1 El itinerario vocacional del educador

El itinerario formativo promueve la dimensión vocacional y comunitaria en la identidad del educador que le lleve a descubrir un sentido más profundo al trabajo educativo, incluso a la tarea pastoral:
  • descubrir las necesidades de los alumnos como llamada, verse a sí mismo como mediador en la solución de esas necesidades, y desarrollar las actitudes en función de los otros: a vivir la educación como ministerio, lugar de encuentro con Dios, desde un compromiso estable.
  • sentirse urgido a asociarse con los otros educadores para dar mejor respuesta; afrontar el reto de construir la comunidad, más allá del equipo de trabajo. Este paso le introduce ya en la Asociación.
La formación "vocacional" del educador deberá empezar por una clarificación de los niveles de vivencia de su identidad (laboral, psicológico-social, vocacional), desde una perspectiva única, estableciendo una jerarquía de valores.

A todo educador se le plantea el reto de estructurar su identidad a partir de los valores vocacionales, el hacer de éstos la perspectiva de su "quehacer", su "saber", su "ser". Sólo en la medida en que acepta este reto y se pone a caminar en la dirección que ellos le señalan (las necesidades de sus alumnos), podremos hablar de un auténtico educador, y no sólo de un profesional o un trabajador de la enseñanza. Este reto planteado mueve al educador a situarse en un "itinera¬rio".

Estamos hablando de una conversión (=transformación), de un proceso al que deben someterse, tanto el que empieza a descubrir su vocación de educador, como el que lleva muchos años viviendo esa vocación: el proceso no se termina, porque las necesidades van cambiando y piden nuevas respuestas. Un proceso en círculos concéntricos: descubrir al "otro" como llamada (vocación) - reunirnos para dar respuesta (comunidad proyecto educativo) - identidad (Proyecto Vital del educador).

1.2 Un proceso de comunión para la misión

Consiste en una continua creación de lazos entre las personas, el conjunto de educadores, Hermanos y Seglares, en un proceso animado por el carisma lasallista. Nuestro objetivo final es el cumplimiento de la misión educativa; pero nuestra atención no se centra sobre su organización, sobre la realización de tareas o el reparto de funciones, sino sobre los lazos que unen a los diversos agentes de la misión y la valoración mutua. Esos lazos proporcionan a los agentes la experiencia de lo que han de lograr en la misión, y los constituye a ellos mismos en signo para los destinatarios de la misión.

Esos lazos son también los que fomentan en los agentes la responsabilidad compartida y el compromiso mutuo hasta llegar a la asociación al servicio de la misión. Así dan vida a la comunidad educativa; desarrollan la comunión en la fe hasta hacer surgir la comunidad cristiana; finalmente, reúnen en torno a la obra de Dios, estimulan el compromiso mutuo y la experiencia de compartir el ministerio; conducen a la formación de la comunidad ministerial que se hace responsable de dar vida a la obra educativa desde el carisma lasallista.

El proceso de comunión para la misión se despliega en tres niveles básicos, según el tipo de lazos que promueve:

  • Lazos de corresponsabilidad: Son lazos producidos en la colaboración, es decir, en el trabajo compartido. Se orientan a construir la comunidad educadora, y hacer de ella un lugar de amistad, diálogo, comunicación e integración. Corresponsabilidad es la actitud de querer dar respuesta juntos, en dependencia unos de otros, o mejor aún, en solidaridad. No se trata, pues, de una simple camaradería, sino que tiene como objetivo el llevar adelante, juntos, el proyecto común de la misión.
  • Lazos de "comunión en la fe": imprescindibles para poder desarrollar un proyecto de evangelización, su meta es la creación de la comunidad de fe. El proceso promueve una progresiva sintonía de los educadores con el proceso evangelizador que desarrolla el proyecto educativo.
Estos lazos han de establecerse en el contexto de una "pedagogía de los umbrales", yendo al encuentro de cada educador en su propia situación personal, en la base de una aceptación total y de respeto a sus opciones, pero ofreciendo al mismo tiempo nuevas perspec¬tivas y puntos de referencia que permitan a cada persona proponerse otros umbrales en el camino de la fe. Pueden promoverse desde relaciones informales o con estructuras más o menos formales.

La espiritualidad lasallista ayudará a descubrir la acción educativa a la luz de la fe: a descubrir aquélla como "lugar teológico", en el que Dios se le revela y lo llama a través de las necesidades de sus discípulos y en las cuales le ha de dar respuesta. Llamada y respuesta están situadas en un contexto comunitario.
  • Lazos de ministerialidad: El educador traspasa un nuevo umbral en el camino de la fe, que le lleva a vivir "ministerialmente", es decir, a vivir, desde todos los ángulos de la vida, con una misión que cumplir, de cara a Dios y a la Iglesia. Y a vivir, por tanto, con una responsabilidad, como quien ha de dar cuentas a Dios y a la Iglesia, que le han confiado esta misión. No es una responsabilidad solitaria, sino descubierta y compartida en grupo. Cada uno se compromete con los otros y se apoya en ellos.
El sentimiento compartido de esa responsabilidad conduce a la formación de las comuni¬dades lasallistas, las cuales asumen la misión para la que han sido convocadas “según el ministerio que la Iglesia les confía”. Estamos hablando ya de la Asociación lasallista, propiamente dicha: se ha fraguado en los niveles anteriores, pero se hace visible en este nivel.

El proceso de comunión se hace, a partir de aquí, muy intenso, por las consecuencias que trae consigo el ser "comunidad ministerial", que se constituye en garantía de la misión, o más exactamente, del proyecto educativo evangelizador que se esté fundamentando en ella, ya sea la escuela u otro ámbito.

Lo que era antes la comunidad de los Hermanos para la escuela lasallista, lo ha de ser ahora la comunidad lasallista, como mediadora de la Iglesia en la evangelización que realiza con los jóvenes; la comunidad es el signo de que el Reino de Dios se hace presente en ese ámbito.

1.3 El proyecto educativo lasallista

El tercer objetivo, que no es el tercero en importancia, se refiere a la finalidad de la Asociación. Aquí encontraremos los frutos por los cuales reconoceremos la realidad y fiabilidad de la Asociación que se está produciendo.

El proyecto educativo es el lugar de encuentro de los diversos actores de la Asociación lasallista. Es el resultado del itinerario vocacional de cada uno de ellos, y el proceso de comunión que se dé entre ellos. Pero es también la fuente de la que se alimenta y motiva el itinerario vocacional y el proceso de comunión.

Cuando el dinamismo de la Asociación está actuando sobre el proyecto educativo se nota en que:
  • el proyecto es una obra de equipo, donde todos los educadores se sienten solidarios;
  • está centrado en las personas de los alumnos y sus necesidades, antes que en los programas académicos o los contenidos de las materias de aprendizaje;
  • señala una preferencia clara hacia los más pobres y abandonados;
  • desarrolla la creatividad en la búsqueda de nuevas respuestas educativas en favor de los pobres;
  • se propone lograr un estilo comunitario y fraterno en las relaciones entre educadores, entre alumnos, entre unos y otros;
  • se esfuerza en ser proyecto evangélico y acompañar el proceso de descubrimiento y vivencia de la fe;
  • tiene como referencia clara la visión pedagógica y la doctrina de san Juan Bautista de La Salle.
2. EL COMPROMISO CON LA ASOCIACIÓN

Cada lasallista, persona o grupo, puede vivir a fondo el carisma lasallista y el proyecto impulsado por éste, sin necesidad de asociarse formalmente. Quienes hacen esto último, ya sea como Hermano, Hermana, Seglar, Sacerdote, se ofrecen a sí mismos como garantía para que el carisma lasallista pueda ser reconocido, transmitido y continuado. Su ofrenda no les separa de los demás; simplemente les constituye en signos entre los demás lasallistas. El ejemplo lo encontramos en aquellos doce Hermanos que en 1694 hicieron con Juan Bautista de La Salle un gesto formal de asociación: no se separaron de los demás Hermanos que en aquel momento no habían hecho el compromiso formal, ni tampoco formaron grupo aparte. Pero su gesto de compromiso sirvió de signo para todo el grupo que formaba la “Sociedad de las Escuelas Cristianas”. Es importante que sigamos viendo los compromisos formales de asociación como un don de Dios para toda la Familia lasallista.

2.1. El compromiso como opción de vida: umbral para la nueva asociación lasallista
No es lo mismo “formarse” e incluso colmar de sentido lo que se está haciendo, que comprometerse vitalmente con la Asociación lasallista. Lo primero corresponde al objetivo general de la formación en el contexto de la misión compartida. Lo segundo es una opción vocacional, y sólo puede esperarse de una proporción más bien reducida.
La primera Asociación lasallista surgió de aquel compromiso sellado en el Acta de Asociación de 1694. El umbral que nos introduce en la nueva Asociación lasallista consiste también en el compromiso señalado con un signo, pues no hay Asociación sin compromiso externo entre los asociados.

La motivación

Lo mismo que en el origen de la Asociación lasallista, la nueva Asociación tiene como motivación y núcleo originante las necesidades educativas de los niños y jóvenes “alejados de la salvación” y la voluntad de dar respuesta a esta llamada, que se percibe al mismo tiempo como llamada de Dios. El compromiso está dentro de un itinerario caracterizado como un proceso de relación en tres dimensiones: Dios, la comunidad, los niños. Cada uno entra en el itinerario a través de una u otra de las tres dimensiones; pero, ya dentro, el motor y la motivación que empuja el proceso es la llamada de los niños y jóvenes abandonados, la voluntad de dar respuesta a esa llamada. Esa es la finalidad que configura las otras dos dimensiones, la que justifica la existencia y el proceso de Asociación.

Compromiso estable y radical

La continuidad del proyecto, especialmente en su dimensión de universalidad, necesita estabilidad, es decir, personas que den prioridad a asegurar con su presencia el mantenimiento del proyecto por encima de sus intereses inmediatos particulares. Y la fidelidad del proyecto a sus objetivos iniciales y a sus destinatarios preferidos necesita a los “profetas’ es decir, personas que asumen una cierta radicalidad para vigilar esa fidelidad. El compromiso que cumple con esas dos características —estabilidad y radicalidad— en un cierto grado, es el que permite a la “Asociación” cumplir con su finalidad.

Dentro de un itinerario

El gesto del compromiso no se hace de un día para otro. Debe ser discernido, debe estar situado en un itinerario en el que la persona va descubriendo la dirección que quiere dar a su vida y lo que Dios le pide. Debe ser hecho desde el conocimiento de las propias capacidades y de lo que implica el compromiso. Y aun así, tiene riesgos que hay que asumir. El proceso de comunión para la misión, al que aludíamos anteriormente, es el que prepara este compromiso de Asociación, y sin ese proceso no se podrá llegar a este umbral.

El compromiso con la Asociación no debe realizarse antes de haber logrado una cierta síntesis armónica de estos cuatro componentes: comunión, carisma lasallista, compromiso, misión.

El signo

La Asociación se constituye a partir de signos de solidaridad e interdependencia. Es necesario expresar el compromiso con signos acordados en los que se concreta el alcance del compromiso. Necesitamos apoyarnos unos en otros, y necesitamos saber en quién podemos apoyarnos, con quién contamos y hasta qué punto.

El compromiso al que se refiere la Asociación es con las personas (los otros miembros de la Asociación) antes que con las obras. El compromiso no se refiere primariamente aquí al trabajo-tarea; no consiste en hacer más cosas. Se refiere explícitamente a la comunidad lasa//ana en sus diversos niveles. Se traduce en relación, en compartir, en comunión. Y finalmente se manifiesta en pertenencia. Es un lazo que hace solidarias a las personas, y por tanto, dependientes unas de otras. Ya no es sólo “participar en” sino “pertenecer a’ “depender de’ o mejor aún: “ser interdependiente’ y esto es lo que crea la Asociación. El signo con el que cada uno se compromete tiende a hacer más visible el signo de la comunidad, del mismo modo que el objetivo inmediato de la Asociación es constituir la “comunidad-signo”.

En consecuencia, a todo compromiso de Asociación debe seguir—y frecuentemente preceder—la integración activa con los otros asociados en las estructuras comunitarias correspondientes, tanto a nivel local como supralocal.

2.2 La entrada en el dinamismo de la asociación: desde lo concreto y cercano

La participación en los proyectos concretos y en las comunidades lasallistas locales es paso obligado para descubrir la Asociación lasallista y para un posible compromiso con ella. Lo mismo que en los orígenes, la Asociación lasallista hoy sólo puede surgir del itinerario recorrido en comunidad para dar respuesta a las necesidades educativas de los pobres. En ese itinerario se descubren los componentes esenciales en el compromiso de asociación y aparecerán también las fórmulas que parezcan más apropiadas según los lugares y las personas.

Descubrir la misión desde la participación en proyectos concretos

La participación real en algún proyecto educativo es esencial para llegar a captar la importancia de la misión lasallista y sentirse llamado a comprometerse con la Asociación para la misión, no sólo como simple ejecutor sino asumiendo responsabilidades y discerniendo en comunidad. Por todo ello, es muy conveniente proponer a los grupos y comunidades que se han incorporado al proceso de la misión compartida la implicación en proyectos educativos que sean significativos, al servicio de los pobres. En este proceso de descubrimiento, que es necesario impulsar y acompañar, se suscita la actitud de disponibilidad que, para algunas personas, desembocará en el compromiso de asociación.

Descubrir la Asociación desde la participación en las comunidades locales

En torno a un proyecto o a varios próximos se forma la comunidad lasallista (una comunión de comunidades) en la que participan grupos de asociados lasallistas, cada grupo con su identidad específica. En la relación y convivencia con los ya asociados, otros colaboradores pueden descubrir este segundo componente esencial del compromiso de asociación: la comunión y solidaridad con los demás miembros de la Comunidad lasallista, antes que con las obras concretas.

Por ello la formación de la comunidad local (en diversos niveles) es un objetivo prioritario para la Asociación lasallista, pues ella es el signo que revela el sentido del proyecto educativo -garantía de eficacia ante el presente y de esperanza ante el futuro-, además de ser el lugar donde nace y renace la Asociación.

Ningún nivel de comunidad requiere el compromiso de asociación para participar, incluso cuando los participantes hayan asumido de manera más o menos decidida la vivencia de la espiritualidad lasallista, como sería el caso de una “comunidad cristiana lasallista”. Pero, de manera diferente y en grado diverso, son plataformas de lanzamiento para el compromiso con la Asociación.

Descubrir la actualidad del carisma lasallista

El compromiso de asociación se refiere a encarnar el carisma lasallista en la Iglesia de hoy para dar respuesta con proyectos concretos a las urgencias que descubrimos en las necesidades educativas de los niños y jóvenes más afectados por la pobreza en nuestro mundo.

Para llegar a asumir el tercer componente esencial del compromiso de asociación es necesario implicarse comunitariamente en la dinámica de lectura y descubrimiento de las necesidades de los jóvenes y en la planificación, también comunitaria, de las respuestas; cuando es a partir de proyectos educativos que ya están en marcha, los miembros asociados asumen el papel profético correspondiente.

En la actualidad la mayor parte de los proyectos lasallistas existentes -escuelas en su mayoría- son iniciativa y gerencia del Instituto FSC; en ellos pueden participar otros asociados, además de otros muchos educadores, compañeros en la misión. Esta situación “de hecho” tiene el riesgo de provocar una mentalidad (que puede darse en los Seglares como en los Hermanos) en la que “asociarse” equivale a un compromiso para mantener las obras del Instituto FSC. La confusión tenderá a disminuir en la medida en que otros grupos o instituciones lasallistas pongan en marcha proyectos propios en los que participen, entre otros, los Hermanos.

Mientras, habrá que ser muy claros en el mensaje: el objetivo de la Asociación lasallista no es mantener los proyectos y obras existentes, sino encarnar el carisma lasallista en la Iglesia y el mundo de hoy.

2.3 El compromiso sitúa a la persona en una dinámica de superación

El compromiso de asociación puede adoptar diversas formas. Todas ellas presentan como común denominador la voluntad de encarnar el carisma lasallista hoy, en la comunión con otros lasallistas/as, para beneficio de la educación cristiana de la juventud, preferentemente los niños y jóvenes pobres, y ello, además, con una relativa estabilidad.

En cualquiera de sus formas, el compromiso de asociación es un salto, sea pequeño o grande, porque hay un cambio de nivel; es el paso de lo concreto y particular a lo universal. No es una evasión de la realidad pues el salto tiene su retorno, para descubrir luego la dimensión universal en lo concreto y particular.

El compromiso implica la superación de lo inmediato, porque la persona se ha sentido partícipe del Plan de Dios, se ha descubierto a sí misma como instrumento, y con esa perspectiva global retoma el proyecto particular porque con él cumple, aquí y ahora, la misión recibida de Dios.

El compromiso de asociación implica también la superación de los lazos característicos de la comunidad inmediata en función de un horizonte más amplio, el de la comunión para la misión lasallista; en esta comunión entran otras personas a las que no hemos elegido, pero con las que nos sentimos convocados para la misión lasallista.

Finalmente, el compromiso de asociación implica la superación de la estrategia con la que analizamos y buscamos respuestas a la situación de necesidad de los niños y jóvenes,, que se enmarca ahora en una espiritualidad desde la cual encontrar y vivir a fondo el sentido de todo lo que hace.

El compromiso es vida: está más allá del signo en el que se expresa y con el que no ha de confundirse. La Asociación necesita los signos para hacerse visible y poder institucionalizarse, sin lo cual no tendría continuidad. Pero dentro de la Asociación no todos necesitan expresar su compromiso con un signo. Lo que sí es necesario es que todos los asociados vivan el compromiso a la vista. Esto se traduce en una doble dimensión:
  • La comunión para la misión se vive con un sentimiento manifiesto de pertenencia y de interdependencia en el nivel inmediato, con un grupo de personas con las que se vive en el “aquí y ahora” la comunión y se comparte y en el nivel universal.
  • La disponibilidad de vida para la misión se hace operativa asumiendo un plan en el marco de la institución lasallista y en el del grupo o comunidad local, en relación directa con el tipo de identidad de los asociados y con la orientación carismática lasallista que se quiere dar a esta identidad.
3. GENERANDO EL ARCO IRIS LASALLISTA (experiencias configuradoras de la identidad lasallista)

3.1 Los ejes transversales de la asociación

Los dinamismos de la Asociación no se activan solos. Se despiertan y progresan gracias a los “ejes transversales”. Estos son como impulsos que ponen en marcha o reavivan los dinamismos. Son como peldaños de una escalera, gracias a los cuales la Asociación puede ir consiguiendo nuevos niveles. He aquí los más representativos:

  1. La formación, realizada de forma sistemática y dirigida a las diversas facetas del educador lasallista: pedagógica, espiritual, introducción en el relato lasallista.
  2. La relación personal y la reflexión compartida de Hermanos con Seglares, de Seglares entre sí.
  3. La experiencia de la comunión, que debe venir primeramente como testimonio y como oferta para compartir, de las comunidades de Hermanos; y ha de ser alentada luego para ser vivida entre los seglares, en formas apropiadas y diversas.
  4. La participación en la responsabilidad sobre la misión y en las estructuras de animación.
  5. La existencia de “profetas”: personas/grupos/proyectos educativos que asumen cierta radicalidad en el compromiso o en el proceso de asociación, o que se comprometen públicamente, como signo para sí mismos y para otros, como una forma de servicio a la colectividad, no como una “élite” que se separa de los demás o va por delante de los demás.
En un proceso de formación lasallista (sea o no asociativo) la persona ha de poder experimentar estas dimensiones, en mayor o menor radicalidad:
  • El estar asociado, en comunión, con personas concretas para la misión, y no simplemente el trabajar en equipo u organizadamente.
  • El estar dedicado, desde la gratuidad, a los pobres, y no simplemente a los jóvenes.
  • El haber compartido la experiencia y el encuentro de Dios, el sentimiento de estar consagrado como instrumento en la Obra de Dios, el sentido profundo del ministerio, y no simplemente el haber rezado junto a otras personas.
  • El sentirse acompañado desde la Asociación en el discernimiento de la vida a la luz del Espíritu; viéndose reflejado en la trama de la narración colectiva lasallista y descubriendo la trama de la propia vida integrada en aquélla.
De esta forma el proceso irá permitiendo la vivencia de las cinco características lasallistas que el Capítulo General del 2000 señalaba como “de referencia para los asociados”.

3.2 Líneas de fuerza

Todos estos dinamismos y procesos están ya aportando unos colores a nuestro relato… Son las líneas de fuerza que el carisma lasallista está promoviendo e intensificando en nuestro proyecto, un camino con muchas opciones :

Un modo de vivir en solidaridad y en fraternidad. Es un dinamismo comunitario que impulsa el desarrollo de las comunidades educativas, alienta comunidades cristianas con el carisma lasallista, y está dando lugar a las nuevas comunidades que reúnen a Hermanos y Seglares, en el nuevo marco de la Iglesia-comunión, en el servicio a la misión lasallista.

Una visión global de la educación, más allá de las formas concretas en que se produce, que contempla el desarrollo integral de la persona y la creación de un mundo solidario, con una especial preocupación por la educación en la justicia.

La escucha comunitaria de las llamadas de los pobres, y desde ellos, de los niños y jóvenes. La opción por los pobres concierne a todos los asociados lasallistas, aunque se manifieste diversamente según los distintos estados de vida. Es un dinamismo que está promoviendo la evaluación de todas las obras educativas para que estén efectivamente al servicio de los pobres.

Una participación solidaria en la responsabilidad de la misión. En todo el mundo lasallista se está produciendo una renovación en las estructuras de animación y se crean otras nuevas en las que se comparte la responsabilidad de la misión entre los Hermanos y los demás asociados: Consejo de la Misión, Asambleas a nivel distrital, regional e internacional...

La disponibilidad para servir a la misión lasallista allí donde ella nos requiera, desde las propias posibilidades y opciones de vida. Esta disponibilidad, que en otros tiempos parecía reservada a los Hermanos, es hoy cada vez más compartida por los seglares lasallistas, especialmente los asociados.

La aceptación de La Salle como maestro de vida, y no sólo como un símbolo que nos reúne o un objeto de devoción. Hermanos y demás asociados se sientan juntos en torno al Fundador para aprender de su itinerario evangélico y para alimentarse de la espiritualidad que él nos propone. Y en esta formación, cada vez más compartida, nos descubrimos unos a otros como colaboradores de Dios en su obra de salvación, y reconocemos los dones específicos de unos y de otros para servir juntos a la misión.

La participación en una cultura universal lasallista, que no se limita a ciertos símbolos comunes, sino que se desarrolla en muchas expresiones de espiritualidad y pedagogía, especialmente; pero, sobre todo, facilita la identificación con los mismos valores y actitudes en orden al desarrollo de la misión. El Capítulo General del 2000, en su Recomendación 9, propone la adopción, por todos los lasallistas, de estos principios orientadores que forman ya parte de la cultura universal lasallista: compartir la fe, el servicio educativo de los pobres, la construcción de la comunidad.
  1. ¿Cuál es la historia de nuestro Centro Educativo (y Distrito) respecto de la Misión Compartida y la nueva Asociación lasaliana? Señalar los momentos claves: entrada y participación de los seglares en la misión compartida, encuentros entre Hermanos y seglares, cursos de formación lasaliana, puesta en marcha de grupos de seglares, participación de seglares en asambleas distritales, documentos o propuestas de Capítulos de Distrito...
  2. ¿Qué pasos o etapas podemos distinguir en el itinerario vocacional del educador? ¿Cómo se tienen en cuenta en nuestros procesos formativos de distrito?
  3. Las experiencias que configuran la identidad lasallista, ¿son suficientemente reconocidas por los que nos decimos “lasallistas”, tanto Hermanos como seglares? ¿En cuáles coincidimos para señalarlas como fundamentales?
  4. ¿Qué hacemos actualmente en nuestro distrito, en nuestro centro educativo... para ayudar a los educadores a participar en el carisma lasallista? ¿Qué aspectos habría que potenciar?
  5. ¿Cómo impulsar la experiencia de comunión entre los educadores lasallistas, entre Hermanos y seglares, en nuestro lugar, en nuestro distrito? ¿Qué lazos debemos promover, a partir de lo que ya se ha conseguido?
  6. Para llevar adelante la Misión Compartida en nuestros Centros y Distrito:
  • visión y expectativas
  • obstáculos y desafíos
  • posibles prioridades
7. ¿Cuáles son entre nosotros, los seglares, las confusiones, los temores, las dudas, los interrogantes,... más frecuentes respecto de la nueva Asociación lasaliana?

EL CARISMA LASALLISTA, HOY

EL DESAFÍO: VIVIR HOY NUESTRA HISTORIA FUNDACIONAL

El año 2000 quedará señalado en la historia de la nueva Asociación lasaliana con un significado especial. Sus cifras sugieren el comienzo de una nueva etapa. Y al mismo tiempo están apuntando a un pasado sobre el que se construye la nueva etapa. Desde el comienzo del año se proponía un desafío expresado en la última Carta Pastoral del Hermano John Johnston. Su título: “El desafío: Vivir hoy nuestra historia fundacional” transmitía la urgencia de dar continuidad, de una manera nueva, a algo que había sido esencialmente nuevo, nuestros comienzos fundacionales.

“Debemos permitir que la fuerza de nuestra historia fundacional y la interpretación de La Salle de la misma, nos formen, desafíen e inspiren. La visión renovada, el compromiso y el dinamismo surgirán de esa meditación. Llegaremos a comprender el significado de fidelidad creativa y la haremos realidad” (p.20).

El Capítulo General del 2000 (la Asociación para el servicio educativo de los pobres, como respuesta lasaliana a los desafíos del siglo XXI) asumió el reto:
“El 43º Capítulo General ‘bajo la guía del Espíritu Santo’ debe ayudar al Instituto a vivir hoy nuestra historia fundacional” (p. 10).

El Capítulo se sitúa desde el comienzo en una dinámica de narración: contempla la historia lasaliana desde la perspectiva presente, y reconoce el hilo, la trama que une nuestro hoy con aquellos comienzos. Identifica el nudo en el que confluye y del que arranca la trama de nuestra historia:
“El acontecimiento fundacional que une al Instituto de hoy con sus orígenes es aquel del 6 de junio de 1694, cuando San Juan Bautista de La Salle y doce de sus compañeros se asociaron para consagrar su vida a la educación cristiana de los niños pobres” (Circular 447, p. 2).

Percibe que no es sólo un recuerdo: hay en él una fuerza inspiradora que llega hasta nosotros:
“El voto de los orígenes que asocia al Fundador con doce Hermanos en 1694, para el servicio educativo de los pobres, es la fuente de las asociaciones lasalianas entre seglares y religiosos que quieren juntarse para trabajar en la misión lasaliana. Este es el origen de las nuevas respuestas asociativas para la misión” (p. 3-4).

El Capítulo, representando al Instituto de los Hermanos, se siente formando parte de esa historia y acepta su propia responsabilidad de continuar narrándola:
“El Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas es la primera forma de asociación querida por Juan Bautista de La Salle” (p. 3).

Pero, al mismo tiempo, está atento a descubrir los nuevos actores que se están incorporando a esta misma historia para enriquecerla, atraídos por la misión:
“Para el desarrollo de la misión lasaliana, el Instituto se deja interpelar por los dinamismos que se manifiestan tanto en los Colaboradores como en los Asociados, anima y apoya todas las formas de compartir de los Colaboradores entre sí y con los Hermanos, a fin de que cada uno pueda profundizar su propia comprensión de la asociación…” (p. 3).

1. ASOCIARSE…, MENSAJE CENTRAL DE NUESTRA HISTORIA FUNDACIONAL

El relato de la Asociación lasaliana tiene ya una amplitud de tres siglos y cuarto. Lo podemos representar como un arco iris cuyos extremos están anclados, el uno en nuestras propias raíces fundacionales, el otro en el presente que nos toca vivir. La luz circula en ambos sentidos. Nuestro presente nos ayuda a leer aquel acontecimiento fundacional y descubrir el mensaje que tiene guardado para nosotros. Y nuestro presente se llena también de nuevo significado al leerlo a la luz de nuestras raíces fundacionales.

1.1 UN RELATO REVELADOR DE NUESTRA IDENTIDAD

El “mito inicial” de nuestra historia lasaliana es el relato de los orígenes, que está más allá de lo anecdótico porque se refiere a experiencias de vida relacionadas en una trama en la que el Espíritu Santo ha tenido un protagonismo directo. Nuestro “mito inicial” es la narración de cómo entró en la historia el carisma lasaliano, de cómo surge la identidad colectiva “Hermanos de las Escuelas Cristianas”; y, con la perspectiva actual podemos añadir, de cómo surge la identidad colectiva lasaliana. En nuestro mito inicial encontramos el sentido de nuestra identidad, aquello que nos permite sentir que formamos parte del mundo y de la Iglesia pero con algo especial; algo especial para enriquecer al conjunto.

Y dentro de esa historia hay un acontecimiento que hace las funciones de “centro de gravedad” por su especial importancia: “aquel del 6 de junio de 1694, cuando San Juan Bautista de La Salle y doce de sus compañeros se asociaron para consagrar su vida a la educación cristiana de los niños pobres” (43º Cap. Gral., Circ. 447, p. 2).

Se trata de un acontecimiento fundante, una especie de generador de energía para la historia posterior lasaliana, y también un foco de luz para clarificar nuestra identidad colectiva. ¿De dónde le viene esta fecundidad? De la combinación de estos cuatro componentes sobre los cuales se apoya el Acta de Asociación:

1º la comunión que une a estas personas que firman el Acta;
2º el carisma o espíritu común que se ha ido revelando entre ellas;
3º el compromiso entre sí y ante Dios;
4º la misión que ha sido el motivo de los otros tres componentes, es decir, la educación cristiana de los pobres.

Estos cuatro componentes: comunión, espíritu o carisma, compromiso y misión dan un significado concreto a la Asociación lasaliana y la diferencian sustancialmente de la manera más corriente de entender hoy el concepto “asociación”.

1.2 EL ITINERARIO RECORRIDO POR LA “COMUNIDAD PARA LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES”

El acontecimiento de 1694 y el dinamismo que nace con él no surge por casualidad: está dentro de un proceso, es fruto de ese proceso, y sólo se descubre su sentido al contemplarlo dentro de dicho proceso.

Tiene un período de gestación (década de 1680) que coincide con los comienzos del itinerario de aquella primera comunidad -esparcida en varias casas- formada por La Salle y los maestros / primeros Hermanos. Es una confluencia de vidas muy distintas, producida por la voluntad de dar respuesta a las necesidades educativas de los niños y jóvenes abandonados, "alejados de la salvación". Esa llamada, leída desde la fe, es interpretada también como llamada de Dios. La voluntad de dar respuesta a esta llamada de Dios y de los pobres se convierte en motor de lo que será la Asociación de los Hermanos, primero, y luego, ampliando el círculo, de la Asociación lasaliana.

• 1682-84: Se produce la renuncia de La Salle a su canonjía y a sus bienes: no es por un ansia de perfección o por dar ejemplo a los maestros, sino por asegurar la comunidad que debe servir a los pobres. Era el reto que le había planteado N. Barré: “estar con ellos y ser como ellos”.
• 1684-86: Los primeros gestos de la comunidad para institucionalizar su identidad: nombre, hábito, reglamento... dejan clara la relación intrínseca entre comunidad y educación de los pobres. El voto de obediencia que emiten por primera vez en 1686 va en la misma línea, para asegurar la cohesión del grupo al servicio de la misión.
• 1686-1690: La comunidad madura y da los primeros pasos hacia la universalización, al mismo tiempo que experimenta las primeras tentaciones fuertes, desde fuera, para limitar el alcance de la comunidad lasaliana: la expansión de Reims hacia París, frente a la seguridad económica ofrecida por el Arzobispo de Reims si se limitan a su diócesis; la opción por la autonomía interna de la comunidad frente a la protección derivada de convertirse en funcionarios del párroco; la decisión de mantener un proyecto de educación cristiana integral y abierta a todos, frente a la tranquilidad por someterse a un esquema escolar legal pero injusto con los pobres.

En el transcurso del proceso las personas se van transformando:

− se descubren dentro de una historia de salvación que tiene nombres y rostros concretos;
− experimentan la comunión con otras personas animadas del mismo espíritu;
− se introducen en un ministerio que acrecienta su responsabilidad ante Dios, ante la Iglesia y ante los destinatarios de su misión.

El resultado del proceso es una nueva identidad configurada por el carisma lasaliano.
El itinerario, animado por el carisma -el Espíritu-, pone de manifiesto la importancia y la necesidad de la comunidad como mediación para realizar la misión educativa, pero también como signo de la propuesta educativa que se ofrece a la sociedad.

El itinerario también revela la debilidad de esta mediación en la medida en que se reduce el horizonte externo e interno de la comunidad. La comunidad está amenazada por los intereses inmediatos, el pragmatismo y el posibilismo; todo ello amenaza con ahogarla cuando pierde el horizonte de la misión. Pero, sobre todo, la comunidad está amenazada por el cansancio o la volubilidad de las personas que la componen, por la falta de compromiso interno, por la carencia de raíz.

La crisis de 1690 -la mitad de los Hermanos abandonan la comunidad lasaliana- pone de manifiesto, sobre todo, esta falta de horizonte interno, el compromiso personal que sólo puede provenir del hombre interior, bien afianzado en Dios, en comunión con sus hermanos y responsable de la obra que Dios le ha encomendado.

1.3 EL VOTO DE ASOCIACIÓN: UN GESTO PROFÉTICO

El voto de asociación de 1691 y 1694 es el auténtico umbral de la Asociación lasaliana. Y es también el “nudo” que resuelve la crisis y une los dos tramos del itinerario, justo cuando amenaza romperse la continuidad. En el gesto de consagración se reúnen y anudan la confianza en Dios, a quien se atribuye el proyecto; la solidaridad con los Hermanos, con quienes se cuenta a la hora de realizar el proyecto; la responsabilidad con los destinatarios de la misión.

• Externamente no añade nada, ni a la misión ni a la comunidad. Pero internamente las pone en referencia explícita a Dios mismo. Por este motivo sus protagonistas encontrarán una fuerza mayor para llevar adelante el proyecto.
• El voto proyecta hacia el futuro lo que ya se está viviendo. Es un gesto profético: se afirma que Dios está presente en la obra que realizan, y por eso, a pesar de su aparente fragilidad, pueden comprometer su vida en dar continuidad a la experiencia.

La fórmula de consagración o gesto de compromiso de Juan Bta. de La Salle y los Hermanos expresa en su conjunto la relación que se establece entre la dimensión “comunidad” (“juntos”) y la dimensión “asociación para la misión”. Esa relación comprende el estilo comunitario de vida, la radicalidad con que se asumen los objetivos de la Asociación y el orden de prioridad que se les concede entre las opciones que la persona ha de tomar en su vida. En este caso, el compromiso se extiende a la solidaridad absoluta con los miembros de la comunidad y con los objetivos de la Asociación, y a ello se subordinan los propios intereses y las necesidades personales. Es decir, el tipo de Asociación establecido por el compromiso de Juan Bta. de La Salle y los Hermanos es el correspondiente a una comunidad intencional.

• La fórmula comienza dirigiéndose a la Trinidad como referencia última de la Asociación lasaliana, pues Ella es el modelo de comunión para la misión y el fundamento último en que se asienta la Asociación, no la capacidad de compromiso o generosidad de los asociados.

• El objeto de la consagración se expresa en un doble nivel: “procurar la gloria de Dios” y edificar la comunidad que tiene como fin la educación de los pobres. La consagración unifica ambos fines, o más bien los hace equivalentes. Es la máxima expresión de la unidad de vida del Hermano.

• El compromiso consiste en “unirse y permanecer en sociedad con los Hermanos...”, y se desglosa luego en tres votos: asociación, estabilidad y obediencia. Cada uno de ellos refuerza un aspecto de la comunión para la misión: me uno a estos Hermanos, prometo que les seré fiel, acepto lo que decidan. Obsérvese que los tres votos, dirigidos a Dios, tienen como destinatarios directos a los Hermanos con los que se asocia, el cumplimiento se realiza en y con ellos.

• El compromiso no es, pues, inmediatamente con la obra de las escuelas sino con la Asociación, es decir, con la “Comunidad para las escuelas gratuitas”. Esta característica define esencialmente el proyecto lasaliano: la comunión es la mediación elegida para lograr la finalidad; por eso el acento se pone en la relación fraterna entre los que componen la Sociedad, antes que en la proyección apostólica propiamente dicha, aunque ésta sea la finalidad de aquélla.

• La finalidad es el mantenimiento de las escuelas gratuitas; en esta finalidad están implícitos los destinatarios preferentes, los niños pobres. La fuerza de la Asociación se dirige hacia los pobres, sin exclusividad, pero con una preferencia firme. Es la finalidad de la Sociedad y ha de ser cumplida por ella, no por cada miembro aisladamente; por eso cada asociado acepta realizar en la Sociedad “el empleo a que fuere destinado”.

• “Juntos y por asociación”: Señala el estilo con el que se va a llevar la obra, y también la tensión fecunda que ha de darse entre la inmediatez y cercanía a los destinatarios concretos -cosa que favorece la comunidad- y la universalidad y amplitud de miras -más propio de la Institución-.

De los miembros que integran en aquel momento (1694, y los años que le siguen) la “Comunidad de las Escuelas Cristianas”, sólo unos cuantos hacen explícito su compromiso con el voto de asociación (la consagración), pero ese gesto tiene un alcance profético para toda la comunidad: los demás resultan alcanzados por las consecuencias del gesto de los otros y contribuyen también a la constitución de la Sociedad y al logro de su finalidad. El gesto de unos pocos beneficia a todos, sirve de referencia para todos y es lazo que integra a todos en la Sociedad.

1.4 UNA FRATERNIDAD MINISTERIAL PARA LA EDUCACIÓN DE LOS POBRES

La comunidad que en 1694 pronunciaba el Voto de Asociación, no hay duda de que se sentía “religiosa” en pleno sentido. Los escritos del Fundador no dejan lugar a dudas sobre ello.

Pero al expresar su identidad no se limitan a copiar clichés o modelos vigentes en los grupos eclesiales de su tiempo, sino que se empeñan en reflejar la novedad de la que eran portadores, con unos signos que iban dirigidos a ellos mismos antes que al ambiente social en que vivían.

• un hábito que les diferencia de clérigos y de seglares, pero también de las formas clásicas de vida religiosa;
• un nombre, “Hermanos de las Escuelas Cristianas”, que les liga directamente a la Misión, antes que a cualquier patronazgo o devoción, y proclama la fraternidad como estilo de vida que les define;
• una señal , la gratuidad, medio para llegar a los pobres que convierte sus escuelas en lugares de encuentro sin diferenciación de clases sociales; por eso estas escuelas son signo eficaz del Reino.

En este marco de originalidad hay que situar el signo de su consagración, cuyo punto de referencia no es la perfección evangélica (representada en los tres votos clásicos), que expresa una disponibilidad radical (“aunque tenga que vivir de solo pan”) y que tiene como objeto central -y único- la comunión para la misión. Pero en términos muy concretos: comunión con estas personas, con esta comunidad, para esta misión específica de la que se sienten responsables. Los vínculos elegidos para explicitar la consagración (asociación, estabilidad, obediencia) confirman la importancia esencial de la mediación elegida para llevar a cabo la finalidad: la comunidad.

El gesto de consagración lasaliana es un rito de alianza en el que se dan cita todos los implicados en esta obra que motiva la consagración: Dios, los otros miembros de la comunidad y los destinatarios de la obra. El gesto de consagración anuda a la persona con la comunidad, a ésta con los destinatarios de la misión, y a todos ellos con Dios.

En resumen, lo que nuestra primera comunidad lasaliana, con su Fundador al frente, intuyó que constituía el núcleo central de su vida consagrada era la comunión para la misión. O de manera más precisa: la fraternidad ministerial para la educación de los pobres. Estaban convencidos de que contribuían a procurar la gloria de Dios en la medida en que se dedicaban a edificar este tipo de fraternidad, a la cual no tenían reparo en identificar como la obra de Dios. Esta fraternidad ministerial es lo que en términos lasalianos se conoce como Asociación. Ese era el signo existencial que estaban viviendo con intensidad, y eso mismo es lo que convierten en signo oficial en su fórmula de consagración.

La afirmación que hemos hecho sobre la vida consagrada del Hermano la hacemos extensiva hoy a la Asociación lasaliana en su nueva versión. La consagración religiosa del Hermano se convierte así en signo para toda la Asociación lasaliana, que es, ella misma, una comunión para la misión.

La Asociación lasaliana se constituye, ante todo, no como un equipo de trabajo, sino como una comunión de personas que se sienten convocadas por Jesucristo y enviadas para representarlo. No se apoya primariamente en una organización eficaz sino en la relación interpersonal de quienes se sienten llamados y enviados a realizar la obra de Dios. Y esa comunión es la garantía de su fidelidad a la misión.

1.5 LA ASOCIACIÓN, DINAMISMO DE VIDA

El proyecto lasallista es un proyecto de fraternidad ministerial: una fraternidad vivida para la misión y configurada desde la misión. El voto de asociación ha producido en la raíz del proyecto lasallista un dinamismo de vida que se proyecta en las tres dimensiones propias de esta alianza.

La fuerza creadora de la misión: el resultado del voto de asociación no es la formación de un grupo pasivo que da estabilidad a determinadas estructuras, sino que promueve una creatividad que tiene como motivación permanente el intentar dar respuesta, juntos y por asociación, a las necesidades educativas de los pobres que llegan a sus escuelas. Uno de los frutos y, al mismo tiempo, signo de la fuerza creadora de la asociación lasallista es la Guía de las Escuelas.

La fuerza regeneradora de la fraternidad: El voto de asociación lleva en sí la capacidad regeneradora que es propia de la comunión, como lo experimentó el propio Fundador, quien necesitó que sus Hermanos le recordaran las maravillas de Dios en su historia, para iluminar un presente que era de fuerte crisis. La carta del 1 de abril de 1714, escrita por los principales Hermanos de París y alrededores, tiene esa virtud. Es la prueba visible de que el acto de consagración no estaba orientado a la promoción de la santificación individual, sino a la promoción de la obra de Dios de la que se reconocían instrumentos. Es la fuerza regeneradora que el voto de asociación ha puesto en esta fraternidad ministerial, capaz de dar nueva vida a los miembros de la fraternidad.

La fuerza integradora de la consagración: La consagración es la raíz más honda de la asociación lasallista, es su fuente de vida. Revela a los actores del proyecto el sentido más profundo del mismo, la motivación definitiva de su compromiso de vida, el porqué definitivo de la existencia de esta fraternidad ministerial: es Dios quien los ha asociado; es Dios quien los ha llamado a trabajar juntos y por asociación en su obra; ellos son mediadores del amor de Dios, mediadores de su plan de salvación para “los hijos de los artesanos y de los pobres”.

2. PARA LA MISIÓN: …MINISTROS DE LA PALABRA... AL SERVICIO DE LOS POBRES… EN COMUNIDAD

“El fin de este Instituto es dar cristiana educación a los niños; y con este objeto se tienen las escuelas, para que estando los niños mañana y tarde bajo la dirección de los maestros, puedan estos enseñarles a vivir bien, instruyéndolos en los misterios de nuestra santa religión, inspirándoles las máximas cristianas…” (RC 1718, 1,3)

2.1 MINISTROS DE LA PALABRA

El Fundador es claro: Procurar este beneficio a los hijos de los artesanos y de los pobres, tal ha sido el motivo por el cual se han instituido las Escuelas Cristianas (ídem 1,5). En el fondo se trata de poner los medios de salvación al alcance de los jóvenes y por eso el espíritu de fe que anima al lasallista debe traducirse en celo ardiente por la salvación de aquellos que están bajo su cuidado educándolos en la piedad y en el verdadero espíritu cristiano, esto es, según las reglas y máximas del Evangelio (RC 1718, 2,10).

El Fundador nos invita a menudo, sobre todo en las Meditaciones para el Tiempo de Retiro, a considerarnos como Ministros de Dios y dispensadores de sus misterios. Esto constituye una de las dimensiones más maravillosas de nuestra misión. No debéis dudar de que es gran don de Dios la gracia que os ha hecho al encargaros de instruir a los niños, anunciarles el Evangelio y educarlos en el espíritu de la religión (MR 201,1).

Lo que el Fundador decía a los primeros Hermanos sigue teniendo plena actualidad para nosotros hoy. La educación cristiana tiene un papel importantísimo que jugar en nuestra realidad actual, con tal de comprenderla de una manera integral como una educación capaz de humanizar, de personalizar, ejerciendo una función crítica que posibilite la creación de una nueva sociedad, participativa y fraterna, que convierta al educando en sujeto, no sólo de su propio desarrollo, sino también al servicio del desarrollo de su comunidad, que permita interiorizar y hacer norma de vida los valores evangélicos.

La escuela lasallista debe ser el lugar privilegiado para poner en práctica la misión de la educación cristiana al servicio de los pobres. Se trata de ver cómo la escuela puede seguir siendo hoy instrumento de evangelización en el ambiente pluricultural, consumista y secularizado que vivimos en muchos lugares, y cómo puede ayudar a los jóvenes a pasar de una teoría o de prácticas religiosas a una verdadera experiencia de vida, allí donde los valores religiosos tienen mayor pertinencia. Y esto a varios niveles: el ambiente mismo de la escuela, la catequesis explícita, la pastoral, los grupos apostólicos o de vida cristiana, la apertura a las familias, el compromiso con la Iglesia y con la sociedad y en especial con los pobres, el diálogo ecuménico e interreligioso.

Hacer visible el rostro de Dios

La manera más convincente de transmitir la Palabra de Dios, es el propio testimonio del educador, que se ha dejado transformar por ella y que manifiesta en su vida cotidiana la realidad que anuncia. En vano creeríais lo que Jesucristo os ha propuesto en el Santo Evangelio si vuestras acciones no lo confirmasen… ¿En qué demostráis que tenéis el espíritu del cristianismo? Tened la seguridad de que, para poseerlo, es preciso que vuestras acciones no desmientan la fe que profesáis, y que sean expresión viva de lo que está escrito en el Evangelio (MF 84,3).

El Fundador afirma, a su vez, que este anuncio nos debe llevar a una profunda vida de oración, para que nuestras palabras sean verdaderamente eficaces: “…no produciréis mucho fruto en ellos si no poseéis plenamente el espíritu de oración, que comunica unción santa a vuestras palabras, y que las hace de todo punto eficaces, por penetrar hasta el fondo del corazón” (MF 159,2).

El mundo de hoy necesita más que teorías, testimonios y signos que lo desinstalen y lo abran a la trascendencia. Las instituciones lasallistas deben ofrecer una escala de valores inspirada en el Evangelio.

Nos guste o no, debemos estar abiertos a los signos de los tiempos, que con todas sus ambigüedades, nos muestran el terreno donde sembrar la Buena Nueva en el corazón de los jóvenes que educamos. Y les debemos ofrecer corazones disponibles para escucharlos, comprenderlos, ponerlos de nuevo en camino; comunidades capaces de acogerlos y guiarlos; escuelas cercanas a sus inquietudes; una catequesis capaz de dar un sentido a su vida y de comprometerlos en la construcción de un mundo más fraterno, humano, solidario y participativo, anticipo del Reino; una pastoral que les haga vivir en primera persona la presencia transformadora y la plenitud de Dios

2.2 LOS POBRES SON LA CAUSA DE LA CONSAGRACIÓN

La fórmula de consagración señala: “Me consagro… para procurar tu gloria” = “…para tener juntos y por asociación las escuelas al servicio de los pobres”. La Salle y los primeros Hermanos quisieron añadir a su fórmula de consagración aquella expresión "hasta vernos obligados a pedir limosna y vivir de solo pan", para afirmar así la actitud decidida de la Comunidad en hacer de los pobres los primeros destinatarios efectivos de su misión.

Esa actitud se funda en el convencimiento – o mejor, el sentimiento de fe - de que su ministerio constituye un don gratuito de la bondad de Dios; por este ministerio el amor gratuito de Dios puede alcanzar a los niños pobres que les están confiados (cf. MR 194,1).

La Regla original del Instituto no permite ninguna duda sobre quiénes son los destinatarios preferidos de este Instituto, ni sobre el motivo por el que ha sido fundado, como tampoco sobre la importancia de este ministerio (Regla 1718, cap. 1):
4. Este Instituto es de grandísima necesidad, porque estando los artesanos y los pobres ordinariamente poco instruidos, y ocupados todo el día en ganar su sustento y el de sus hijos, no pueden darles por sí mismos las instrucciones que necesitan, y una educación honrada y cristiana.
5. Procurar esta ventaja a los hijos de los artesanos y de los pobres, tal ha sido el motivo por el cual se han instituido las Escuelas Cristianas.

Esta preferencia sin exclusión no se refiere sólo a la “dedicación” a los pobres, sino que se trata de una preferencia afectiva. Son muchas las veces que el Fundador nos lo recuerda: "Estáis encargados por vuestro estado de instruir a los niños pobres; ¿sentís amor hacia ellos?; ¿honráis a Jesucristo en sus personas? Y, en tal supuesto, ¿los preferís a los de familias acomodadas? ¿Y tenéis con aquéllos más miramientos que con éstos?" (Med. 133,3).
Para que no quede ninguna duda, La Salle nos remite directamente al testimonio de Jesús: es un signo del Reino, ese Reino que hemos de anunciar en la escuela cristiana: "Vosotros tenéis que enseñar diariamente a niños pobres; amadlos con ternura, … siguiendo en este particular el ejemplo de Jesucristo. Preferidlos a los que no lo son, pues no dice Jesucristo: 'Se anuncia el Evangelio a los ricos', sino 'a los pobres'. De ellos ha querido, además, encargaros Dios a vosotros, y a ellos tenéis obligación de anunciar las verdades del santo Evangelio" (Med. 166,2).

En la meditación para la fiesta de san Nicolás resume con densidad su enseñanza sobre el amor preferencial y eficaz (transformador) del educador (representado en el Hermano) hacia los niños pobres: "Vosotros tenéis obligación de instruir a los hijos de los pobres; por tanto, debéis abrigar para con ellos particularísimos sentimientos de ternura, y procurar su bien espiritual cuanto os fuere posible, por considerarlos como los miembros de Jesucristo y sus predilectos. La fe que ha de animaros debe moveros a honrar a Jesucristo en sus personas, y a preferirlos sobre los más acaudalados de la tierra, porque son imágenes vivas de Jesucristo, nuestro divino Dueño. Haced patente, por los cuidados que les prodiguéis, que los amáis de veras..." (Med. 80,3).

Pero este acento lasallista tiene un segundo nivel de profundidad, en el que se apoya el primero: vivir en conformidad con los pobres y con Jesucristo pobre. La pobreza, para La Salle, se encuentra en la raíz de toda vida espiritual; la pobreza de espíritu es el fundamento mismo de la perfección evangélica, la primera Bienaventu¬ranza. Pero además, y ésta es la clave, no se puede evangelizar a los pobres si no se es pobre, si no nos situamos en el interior de su mundo: "Ya que a vosotros os ha cabido la suerte de ocuparos en instruir particular¬mente a los pobres, debéis, según el espíritu de vuestro Instituto, tenerlos en mucha más consideración que a los ricos. Debéis también vivir como pobres y desasidos de todo, para mayor conformi¬dad con ellos. Profesad, pues, tanto amor a la pobreza como los mundanos tienen a las riquezas" (Med. 143,2).

El carisma nos da una manera de mirar

El carisma lasallista nos señala a los pobres como principales destinatarios. Pero eso no es equivalente a hacer una clasificación de “ricos y pobres” para poder optar por “el grupo de pobres”. La opción preferencial por los pobres nos conduce, no tanto a una clasificación, cuanto a incorporar en la mirada una dirección y una perspectiva:

• Una dirección en la mirada: Al encontrarse con el grupo de personas a las que es enviado, sea cual sea la clase social a la que éstos pertenezcan, la mirada del lasallista lleva en sí un dinamismo que la conduce a buscar a aquellos que están más afectados por limitaciones o pobrezas de diverso tipo: económicas, afectivas, psicológicas, intelectuales, morales,... Y a partir de ellos establece sus prioridades, la dedicación de su tiempo y sus energías...

La dirección en la mirada debe incorporarla cada lasallista a nivel personal, pero igualmente cada comunidad, el distrito, el Instituto entero, cada uno en el campo que le corresponda. La dirección de la mirada determinará dónde se centran y a quién se dedican nuestros análisis más cuidados, los mejores esfuerzos, las personas más capaces, la renovación de las obras...

• Una perspectiva o punto de mira para contemplar la realidad. El educador muestra a sus alumnos una realidad social, histórica... pero ¿desde qué perspectiva? Enseñar desde la opción por el pobre marca una manera de contemplar la realidad, sean quienes sean los destinatarios inmediatos de nuestra enseñanza, y asume la intención de suscitar en éstos la solidaridad con los menos afortunados.

Igualmente esta perspectiva debe afectar a cada lasallista en particular y ser comunicada en lo posible a todos los demás educadores que comparten la misión educativa; pero debe ser también una característica definitoria de todos y cada uno de nuestros proyectos educativos, de cada programa de asignaturas. Y debe convertirse en un criterio esencial a la hora de evaluar nuestras obras educativas.

Para vivir hoy nuestra identidad lasallista hemos de recuperar la opción por los pobres como distintivo característico de cada una de nuestras obras, y convertirla en propuesta educativa, como perspectiva global de toda la educación.

La opción por los pobres no consiste solamente en la creación de algunas obras educativas dedicadas a los pobres. La opción ha de estar presente en cada comunidad educativa. Entre otras cosas esto significará el plantear la educación para la justicia corno eje transversal de todo el programa educativo, cambiar el modelo pedagógico del “hombre libre” (el que domina la creación, el que sabe sacar el máximo rendimiento de los recursos naturales, el que está preparado para crecer y realizarse...), por el del “hombre justo” (el hombre solidario, el que se siente parte de la creación, el que crece con los demás...). Y significará también que nuestros centros educativos sean lugares donde no sólo se hable del pobre sino, sobre todo, se dé la palabra al pobre, se le escuche y dejemos que nos interrogue, se transmita y amplifique su voz para que pueda llegar desde la escuela a otros sectores sociales.

2.3 EN COMUNIDAD

En los últimos cincuenta años nuestra institución ha estudiado como nunca sus orígenes y su historia. De ese esfuerzo ha ido emergiendo, entre otras, la evidencia de que el contenido de la primera fundación fue la Comunidad de las Escuelas Cristianas.

Nuestra herencia, pues, es nuestro compartir un mismo proyecto de vida al servicio de la educación preferente de los pobres. Consiste en ofrecer a nuestro pueblo el Signo de Esperanza supuesto por proyectos educativos a cuyo servicio vive un grupo de personas. Nuestra herencia consiste en la capacidad de vivir juntos un mismo proyecto de modo que son una misma nuestra fidelidad a los destinatarios de nuestro trabajo profesional y nuestra fidelidad a aquellos con quienes lo vivimos.

El voto de Asociación es la afirmación de la comunidad, poniéndola en referencia a Dios y a la misión: La Asociación nace en la comunidad y desde la experiencia de esta comunidad, pero también para asegurar y dar fuerza a la comunidad, hacia dentro y hacia fuera.

• La Asociación nace para enraizar a la comunidad y radicalizarla en sus lazos internos para mejor servir a la misión. Con la consagración señala a Dios como fundamento de la comunidad, y a la obra educativa como Obra de Dios.
• La Asociación nace para universalizar en el espacio y en el tiempo esta experiencia de la comunidad-para-la-educación-de-los-pobres. La Asociación es la garantía de la continuidad de la comunidad más allá de la existencia concreta de ésta en un tiempo y lugar. Da lugar a la Sociedad/Fraternidad lasallista.

Tres elementos fundamentales

“Juan Bautista de La Salle se sintió movido a fundar una comunidad de hombres, que iluminados por Dios y en sintonía con su designio salvador, se asociaron para dar respuesta a las necesidades de una juventud pobre y alejada de la salvación. Hoy como ayer, toda comunidad de Hermanos descubre en dicho acontecimiento sus motivaciones fundamentales” (R.47). Este texto nos presenta los tres elementos fundamentales de toda comunidad, la de ayer y la de hoy.

En primer lugar, el Fundador y los primeros Hermanos viven una experiencia de Dios, experimentan una pasión por Dios, tanto que el “procurar su gloria” se convierte en objetivo existencial; experimentan un vaciarse de sí mismos para contemplar el mundo y la historia de los hombres, con los ojos de Dios. Del Dios de Jesucristo que asume la historia del hombre. La Regla lo expresa claramente cuando nos dice que “San Juan Bautista de La Salle, atento por inspiración de Dios...” (R. 1), “Juan Bautista de La Salle descubrió a la luz de la fe...” (R. 11). Podíamos hablar de un momento místico.

En segundo lugar, hay una mirada al mundo, en el que se descubren formas concretas de negación del Reino. Es un acercamiento gratuito, misericordioso, transformador. Es la pasión por el mundo. Es la misión, el momento político, en el que se descubre que la mayor gloria de Dios es que el hombre viva. En los mismos textos de la Regla aparece este segundo movimiento. “Atento al desamparo humano y espiritual de los hijos de los artesanos y de los pobres...” (R. 1), “Impresionado por la situación de abandono de los hijos de los artesanos y los pobres...” (R. 11).

En tercer lugar, se da una respuesta comunitaria, nace un cuerpo que se organiza históricamente para dinamizar el mundo en la dirección del proyecto de Dios. “Reunió a esos maestros en comunidad y fundó luego con ellos el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas” (R 1). Es el momento organizativo que debe brotar de una mística y de una política común.

Hoy, la fidelidad dinámica a nuestros orígenes nos debe llevar a reactualizar este triple movimiento: espiritual, analítico y operativo. Nuestra vida comunitaria debe estar alimentada, sostenida y motivada por esta triple experiencia común. De lo contrario la vida comunitaria sólo sería una experiencia “institucionalizada” que se reduciría a aceptar normas extrínsecas, a conformarse con reglas, reglamentos y
comportamientos o, como reacción contraria, a encerrarse en un individualismo egoísta

La nueva comunidad lasallista

Nuestra comprensión de lo comunitario trasciende las actuales comunidades de Hermanos. En este momento de nuestra historia, valoramos también la necesidad de caminar hacia un nuevo modelo de comunidad cristiana adaptada a las circunstancias de cada lugar, animada por la espiritualidad lasallista, compartiendo los diferentes carismas cuando se trabaja con seglares, otros religiosos o instituciones… Este nuevo modelo de comunidad está llamado a ser de algún modo la continuadora de lo que hasta hoy ha sido en el Centro Educativo la comunidad de los Hermanos.

Algunas de sus características serán:

- Incluir en su seno a un variado conjunto de personas: Hermanos, otros religiosos, personas que trabajan en el Centro, padres de familia, miembros de grupos o comunidades cristianas, antiguos alumnos…
- Sus integrantes lo hacen voluntariamente y por explícito deseo, desde una opción creyente e inspirados en la tradición lasallista: espiritualidad, visión educativa, experiencia comunitaria… compartiendo los diferentes vocaciones de las personas que participan en la comunidad. Viven juntos algún tipo de experiencia comunitaria.
- Como continuadora de la comunidad de los Hermanos, se hace presente en la vida de la Comunidad Educativa, ofreciéndose como signo de los valores del Reino, y asume como tarea propia el hacer vivas en la práctica diaria las señas de identidad lasallistas, tal como le han sido transmitidas por la comunidad de los Hermanos, dentro de la misión de la Iglesia, animando el Centro al servicio de los pobres.

Tal vez nuestra misión aquí y ahora consista en constituirnos juntos, Hermanos, Colaboradores/as y Asociados/as en comunidades vivas y significativas:

- portadoras de la Buena Noticia evangélica, evangelizadoras y que se dejan evangelizar por los pobres,
- viviendo, anunciando y promoviendo la fraternidad, desde el compartir respetuoso con las diferentes vocaciones,
- sintiéndose partícipes de una misma misión: dar respuesta a los desafíos de nuestra realidad desde la educación, preferentemente de los pobres.

En las nuevas Comunidades lasallistas el valor de la fidelidad hace que encuentren su lugar el religioso y el seglar, el cristiano y el hombre de buena voluntad. Todos ellos comparten el mismo cuidado de animar su proyecto educativo desde su modo de vivir la fidelidad. Todos lo hacen animados por la conciencia de su responsabilidad en este momento histórico. Así participan diariamente en la reinvención del Signo de la Comunidad.

CONCLUSIÓN

El concepto de asociación ha sido y es cada vez más, una idea central para las diferentes personas que comparten, de una u otra forma, la misión lasallista en los diferentes niveles, ya sea como asociados, copartícipes o colaboradores. La perspectiva de asociación, como lo mostró el 43º Capítulo general, ha llegado a ser un concepto unificador que orienta a la misión lasallista, hacia un futuro diferente, hacia un futuro que ya se está haciendo realidad.

Sin olvidar que la asociación no nace para satisfacer las necesidades de sus miembros, sino para responder a las necesidades educativas de los niños y jóvenes abandonados, lejanos de la salvación. Es la misión la que orienta y suscita la asociación.
El horizonte nos invita a soñar, no repitiendo simplemente formulas del pasado, sino inventando con audacia y creatividad, la Asociación lasallista del nuevo milenio.

ECLESIOLOGÍA

ECLESIOLOGÍA DE COMUNIÓN E IDENTIDAD DEL SEGLAR LASALLISTA

“Es curioso, sería mejor decir providencial, ver cómo el camino recorrido por la Iglesia y la Vida Religiosa en los últimos años nos ha llevado a todos a vivir una espiritualidad de comunión y a abrir las potencialidades de nuestro carisma a otros. En nuestro caso, además, esta experiencia se ve reforzada por nuestro voto de Asociación que hoy estamos llamados a ampliar, no necesariamente como voto pero siempre como actitud, a todos aquellos que desean hacer suyo el carisma de La Salle en su propio estado de vida.

La “Asociación”, desde los orígenes de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, más que una estructura, ha sido una fuerza que nos ha “unido” en el proceso de sostener y realizar juntos la misión para la que Dios nos “convocaba, consagraba y enviaba”. “Asociados para la Misión”, los Hermanos han vivido durante casi tres siglos el ministerio de su vocación laical en el mundo y en la Iglesia para el servicio educativo de los abandonados y pobres.

Hoy no estamos inventando el relato. Lo vivimos, porque formamos parte de él. Y, al intentar decirnos lo que nos ha pasado, encontramos de forma más o menos aproximada, las palabras que nos ayudan a entender la aventura. Y como sucede tantas veces en la Biblia y en la vida de cada persona y de cada pueblo, en sucesivas narraciones de los mismos hechos vamos encontrando otras palabras que nos revelan mejor la experiencia, o que nos descubren otras facetas de la misma experiencia que tal vez no habíamos advertido en la primera narración.

Es lo que nos ha pasado en los últimos años: estamos narrando de nuevo nuestra historia, poniendo nuevas palabras o redescubriendo una nueva fuerza en las antiguas, porque hemos caído en la cuenta de esta perspectiva que había quedado semiolvidada. (cf. Instituto de HH.EE.CC, Boletín nº 250 – 2005 Asociados para la Misión Educativa Lasallista – H. Miguel Campos – Presentación)

1. UN PROCESO ABIERTO

Desde el 39º Capítulo General (1966-67) se da una progresión simultánea en la toma de conciencia de que los seglares participan también en el carisma lasallista hasta llegar a asociarse con el Instituto de los Hermanos para la misión lasallista, y en la toma de conciencia del sentido e importancia del voto de asociación en la consagración e identidad del Hermano.

El Capítulo General del año 2000 es la cúspide en esta doble progresión: al mismo tiempo que se propone abiertamente la asociación a los seglares, se invita al Hermano a contemplar su propia identidad desde la perspectiva del voto de asociación. Y se señala el acontecimiento de 1694, la consagración de Juan Bautista de La Salle y doce Hermanos mediante el voto de asociación para el servicio educativo de los pobres, como el eje sobre el que gira todo el relato lasallista, incluido el nuevo capítulo que se está empezando a escribir.

El Hno. Alvaro Rodríguez en la Carta Pastoral antes citada nos dice:

“Tres factores han influido en esta nueva manera de considerar las cosas:
  • Una eclesiología de comunión y el redescubrimiento del papel del laicado.
  • Una nueva toma de conciencia de las potencialidades del carisma.
  • La disminución de las Vocaciones y el envejecimiento que dificultan el sostener las obras.
Aunque normalmente este movimiento se ha dado, muchas veces, a partir del último criterio, en el fondo éste es el menos importante. De lo que se trata sobre todo es de vivir una eclesiología de comunión, de redescubrir el papel del laico en la Iglesia y de potenciar el carisma.”

2. “ESTE ES EL TIEMPO DE LA GRACIA”

En el marco de un mundo en cambio (o un “cambio de mundo”)

Recordemos los procesos de democratización y participación creciente, la secularización, la globalización, la universalización y aceleración del cambio, grandes movimientos migratorios, interculturalidad y encuentro interreligioso, choque/alianza de civilizaciones…

Los cinco coloquios sobre el mundo contemporáneo y su impacto sobre la misión de educación humana y cristiana celebrados a raíz del 42º Capítulo General (Las familias de hoy. La globalización en un mundo diverso. Las megalópolis como fenómeno social. Nuevas técnicas de comunicación y Comunicar la fe hoy) muestran cuánto el Instituto, teniendo en cuenta el nuevo contexto social, se ha esforzado por asegurar la misión que siempre le ha caracterizado: responder a las necesidades educativas de los jóvenes y los pobres en el mundo contemporáneo.

2.1 Eclesiología de comunión y redescubrimiento del papel del laicado

Somos parte de una Iglesia que, durante estos últimos 40 años, ha recuperado la conciencia de una identidad que define como “comunión para la misión”. Misión y comunión son dos conceptos que deben ser vistos simultáneamente si se quiere comprender su significado en el marco eclesial, y si se quiere comprender a su luz el sentido de la Asociación lasallista.

Ambos conceptos se integran en la “eclesiología de comunión”, que es la idea central y fundamental de los documentos del Concilio (ChL 19.1). Misión y comunión son las dos dimensiones esenciales de la fe cristiana; nos permiten entender, o más bien, introducirnos en la identidad o misterio de la Iglesia. “Sólo dentro de la Iglesia como misterio de comunión se revela la “identidad” de los fieles laicos” (ChL 8.6) como de los demás fieles que componemos la Iglesia.

La evangelización, como fuente original

A los 10 años del Concilio Vaticano II, el documento Evangelii nuntiandi de Pablo VI desarrolla una síntesis de la identidad de la Iglesia en torno a la evangelización. Se presenta a la Iglesia como una comunidad que intenta ser evangelizadora y evangelizada al mismo tiempo: “La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia. … Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar.” (EN 14)

El Misterio de la Iglesia-Comunión

Trece años después de Evangelii nuntiandi, aquella síntesis de la identidad eclesial se nos ofrece con otra profundidad y más claramente articulada en el documento Christifideles laici (1988). El “misterio de la Iglesia”, es decir, su identidad más profunda, tiene ya un nombre: Iglesia-Comunión, que se identifica con el núcleo central de la evangelización: “La realidad de la Iglesia-Comunión es entonces parte integrante, más aún, representa el contenido central del ‘misterio’ o sea del designio divino de salvación de la humanidad.” (ChL 19.4)

Y la tensión de “evangelizar y ser evangelizada” se concreta ahora en el dinamismo establecido entre misión y comunión, pero en una relación íntima, donde la una no puede existir sin la otra, y donde la una se convierte en la otra y recíprocamente: “La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión.” (ChL 32.4). La comunión no queda, pues, encerrada en el interior de la Iglesia sino que la desborda y se hace misión:

Comunión y misión forman conjuntamente el ambiente vital que reúne a todos los fieles y depende de todos: “Obreros de la viña son todos los miembros del Pueblo de Dios: los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los fieles laicos, todos a la vez objeto y sujeto de la comunión de la Iglesia y de la participación en su misión de salvación. Todos y cada uno trabajamos en la única y común viña del Señor con carismas y ministerios diversos y complementarios.” (ChL 55.1).

En este ecosistema de la Iglesia-Comunión cada uno de los componentes vive en relación a los otros, sin perder su especificidad, la cual es riqueza para todo el conjunto: “En la Iglesia-Comunión los estados de vida están de tal modo relacionados entre sí que están ordenados el uno al otro. Ciertamente es común –mejor dicho, único – su profundo significado: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la universal vocación a la santidad en la perfección del amor. Son modalidades a la vez diversas y complementarias, de modo que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisonomía, y al mismo tiempo cada una de ellas está en relación con las otras y a su servicio.” (ChL 55.3)

Espiritualidad de comunión

“Vita consecrata” (1996) añadía el concepto de “espiritualidad de la comunión”: “El sentido de la comunión eclesial, al desarrollarse como una espiritualidad de comunión, promueve un modo de pensar, decir y obrar, que hace crecer la Iglesia en hondura y en extensión.” (VC 46)

Y el documento Novo millennio ineunte con el que Juan Pablo II saludaba la llegada del nuevo milenio la muestra es como la sangre que corre por las venas de todo el cuerpo de la Iglesia para llegar a todos sus miembros. De ella toma fuerza el gran reto: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo.” (NMI 43)

El papel de los laicos: Sus responsabilidades en la misión y sus ministerios

El documento Christifideles laici apoya la misión de los laicos en virtud de los diversos ministerios que realizan: “Los fieles laicos, ellos también, están llamados personalmente por el Señor, en cuanto reciben una misión por parte de la Iglesia y del mundo (…) Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia tienen la vocación y la misión de anunciar el Evangelio: son capacitados y comprometidos para esta actividad por los sacramentos de iniciación y por los dones del Espíritu Santo”.

Se ve surgir un nuevo tipo de comunión y colaboración entre las diversas vocaciones y estados de vida, particularmente entre las personas consagradas y los laicos (Cf. Vida fraterna en comunidad, nº 70). En esta misma línea, se ven aparecer nuevas formas institucionales de asociación con los institutos. En todo este dinamismo, hay que recordar que “la unidad de la Iglesia no es uniformidad, sino integración orgánica de una legítima diversidad” y que la comunión en la Iglesia no es nunca en sentido único. “El deber de promocionar los diversos tipos de asociación reviste una gran importancia para la comunión” (Novo Millennio Ineunte, nº 46.3-4)

La vida comunitaria y la misión de los religiosos

El don más particular hecho a la Iglesia por parte de la mayoría de los religiosos es el esfuerzo por vivir su vida comunitaria a imagen de las comunidades de la Iglesia descrita en los Hechos de los Apóstoles. “La comunidad religiosa es signo e instrumento de la comunión fraterna, que es origen y término del apostolado” (La Vida fraterna en comunidad, nº 2.d.).

La idea clave sobre la comunión se encuentra una y otra vez en el documento Vita Consecrata: “A las personas consagradas, se les pide ser verdaderamente expertos en comunión y practicar dicha espiritualidad, como testigos y artífices del proyecto de comunión que está en la cima de la historia humana según el designio de Dios”, primeramente en el interior de ellas mismas y luego en la comunidad eclesial, incluso mas allá de sus límites….

La misión de los religiosos en el mundo de la educación

En el documento” La misión educativa de las personas consagradas hoy” (2002), se invita a reflexionar sobre el sentido de su presencia de en la escuela: “Trabajan en situaciones que han cambiado, en medios a menudo secularizados, son un número reducido dentro de las comunidades educativas. Todo eso está pidiendo expresar claramente su aporte específico en colaboración con las otras vocaciones presentes en la escuela”. Y continúa: “La personas consagradas no tienen necesidad de reservarse tareas exclusivas en la comunidad educativa. El carácter específico de la vida consagrada es ser signo, memoria y profecía de los valores del Evangelio”. “La primera y fundamental contribución de las personas consagradas en la escuela es la radicalidad evangélica de su vida”. Y subraya la Importancia de la fraternidad como signo profético.

Los lasallistas, Hermanos y seglares, realizan la misión de la Iglesia

El carisma es un don del Espíritu a la Iglesia y por consiguiente no lo podemos “secuestrar” y retener únicamente para nosotros. En realidad no se trata de que los religiosos compartamos un carisma que nos pertenece y que se adapta ahora a una realidad laical. El carisma precede a su encarnación en el ámbito religioso o laical. Estamos todos llamados, consagrados y seglares, a beber del mismo pozo y a vivir el mismo carisma a partir de nuestra propia vocación específica.

La misión lasallista de la educación humana y cristiana forma parte de la única misión de Jesucristo, y se ha recibido de la Iglesia a través de la Bula de Aprobación. Como Instituto, partícipe de la única misión de la Iglesia, pasamos de “la misión del Instituto” a la “misión de Iglesia” compartida entre Hermanos y seglares, respetando mutuamente el régimen de cada uno.

La práctica en el Instituto del “intercambio de dones” es posible gracias a la formación de una comunidad de Hermanos y seglares para una misión educativa humana y cristiana: “la colaboración y el intercambio de dones se vuelven más intensos cuando los grupos de laicos, en el seno de la misma familia espiritual, participan por vocación y a su manera propia, en el carisma y en la misión del Instituto” (70.3).

Si la colaboración se dio, a veces incluso en un reciente pasado bajo forma de suplencia en razón de la carencia de personas consagradas… en el presente nace de la exigencia de compartir las responsabilidades no sólo en la gestión de las obras del Instituto, sino sobre todo en la aspiración a vivir aspectos y momentos específicos de la espiritualidad y de la misión del Instituto. Se pide, pues, una formación adecuada de las personas consagradas y de los laicos para una colaboración recíproca y enriquecedora” (Caminar desde Cristo, nº 31.3.).

Para los “Hermanos de las Escuelas Cristianas” que llevan marcados los dos ejes eclesiales en su nombre institucional, ha sido un regalo precioso esta reflexión postconciliar de la Iglesia y el vocabulario correspondiente, porque les permite poner las palabras apropiadas al relato de su experiencia original, a la fuente de su identidad de Hermanos de las Escuelas Cristianas. Son “fraternidad ministerial para la educación cristiana”, que es la manera de decir que lo suyo es encarnar proféticamente la comunión para la misión, desde el carisma lasallista y en una parcela concreta de la misión eclesial, que es la educación de los pobres.

2.2 Hacia una espiritualidad lasallista seglar

La misión es fuente de espiritualidad; nuestra espiritualidad, la lasallista, se alimenta de la responsabilidad ministerial de los educadores. Por ello, si algo la caracteriza es el “espíritu de fe y celo”. Son expresiones que se van entendiendo en la medida en que se experimentan.

El espíritu de fe nos asoma a la Bondad de Dios; el celo es el empeño por procurar la Gloria de Dios. Y uno alimenta al otro.

Concretar el espíritu de fe nos lleva al encuentro con Dios y nos invita a establecer el primer gran lazo lasallista: la filiación. Esa experiencia de Dios Padre que a La Salle le invitó y condujo a la misión lasallista, hoy a nosotros nos guía como animadores y acompañantes de niños y jóvenes y también de otros educadores. Nos ayuda a seguir interpretando las manifestaciones de ese proyecto de salvación de Dios para con el hombre. Nos hace experimentar que somos instrumentos, mediadores de Dios, porque Él ha iluminado nuestros corazones para anunciar su Palabra a los niños, para descubrirles la Gloria de Dios. Nos predispone a vivir en comunión; aún no hemos sabido concretar en la mayor parte de los casos el cómo, pero percibimos esta llamada con claridad. Nos hace atentos a la Palabra de Dios, que es leída desde y para la vida: nos mueve a hacer presente a Dios en lo cotidiano, pero especialmente en la realidad de los niños y jóvenes que se configuran según el designio salvador de Dios.

Este espíritu de fe nos hace ver a Dios Hijo en todos, pero de manera especial en los que necesitan más, en los de comportamiento difícil, en los más lentos, en los menos agradecidos con nuestros esfuerzos. El espíritu de fe hace que la escuela, la comunidad educativa y los educadores tengamos una clara preferencia por ellos.

El celo nos pone en marcha para encaminar a las personas de las que somos responsables. Nos mueve y remueve por dentro para que encontremos la forma de acercarnos a las personas allí donde están y proponerles un camino que si ellos no hacen van a quedar sin andar. Nos hace responsables de esta misión y del ministerio que conlleva, que nos está convocando. El celo hace carne a la fe. Además de tocar nuestras personas para lo que hacemos, el celo transforma desde dentro: nos mueve a desarrollar las capacidades, no para ser mejores (lo cual estaría bien) sino para desempeñar la misión de modo eficaz: somos testigos y nuestro ejemplo es más referencial que nuestras palabras.

El celo nos compromete con las opciones que vamos haciendo y nos mueve a hacerlas públicas, para que sean vistas, para que interpelen y colaboren a la misión. Sin él, la misión podría ser especulación o buena intención. El celo hace que respondamos a la Palabra leída en la Escritura y en las personas de los niños, jóvenes, padres y otros educadores.

Los seglares definiremos nuestra espiritualidad desde la realidad que vivimos pero tendrá un peso especial el ministerio de la educación. Es éste el que nos identifica como lasallistas: ser lasallista nos es una dignidad superior a la de ser cristiano, pero subraya un modo específico de vivir el compromiso cristiano que no es mejor ni peor que otros: sencillamente, el nuestro.

2.3. Rasgos identitarios del seglar lasallista

  • Vida interior: Nos empuja a adoptar posturas reflexivas ante los temas relacionados con la misión lasallista. ¿Qué necesidades atendemos? ¿A quiénes? ¿De qué modos? También se manifiesta como esta predisposición a dejarse interpelar por los otros y especialmente por la Palabra de Dios. Y, finalmente, nos mueve a la oración, al encuentro personal con Dios.
  • Espíritu de fe y celo: Que se manifiesta primeramente en gestos de compromiso con los niños y jóvenes que no son confiados, que pasa luego a suscitar la necesidad de atenderles en su educación, que se hace patente en la preocupación por la formación permanente, y que nos llama a poner a otras personas en proceso, una vez que hemos comenzado a caminar.
  • Atención a la realidad: Salir al encuentro de los jóvenes para iniciarles en su propia vida, para que descubran su propio estilo de vida y asuman una jerarquía de valores donde la solidaridad y la justicia ocupen un lugar relevante.
  • Al servicio de niños y jóvenes: Vivir la educación, primero como vocación, para ir descubriendo en ella un ministerio, un servicio de la Iglesia, a la Iglesia y para la Iglesia.
  • Desde la gratuidad: Por un lado, sin esperar recompensa. Por otro, atendiendo a los niños y jóvenes que vienen a nuestro lado como si Dios mismo les enviara.
  • Enviados a una misión: Con dolor por ver situaciones por las que pasan los jóvenes. Con desvelo por llevar esperanza a sus vidas. Comprometidos con ellos para que encuentren sentido a su existencia. Y con gozo y confianza porque sabemos que Dios quiere que se salven.
No se trata de que un seglar lasallista tenga que pasar por estos aros para poder ser catalogado como tal. La identidad no es eso: se trata de reflexionar desde lo que vamos viviendo sabiendo que puede haber un paso más en una dirección concreta y, en nuestro caso, ésta es la misión lasaliana.

Es cierto que nuestro compromiso con la misión puede haber variado muy poco cuantitativamente desde que la descubrimos y nos sentidos concernidos por ella, pero hemos ido rectificando, corrigiendo, asumiendo nuevos aspectos conforme intuimos el alcance que tiene para nosotros. Por eso, cualitativamente, hemos dado respuestas diferentes. Así hemos descubierto lo que significa educar humana y cristianamente a los niños y jóvenes.

No se trata de educar primero humanamente y después cristianamente, o de educar humanamente para después hacerlo cristianamente de modo eficaz: se trata de educar integralmente a los niños y jóvenes, atendiendo a sus necesidades, sin distinguir las humanas de las espirituales.

Esto es lo que sugiere no hagáis distinción entre los deberes de vuestro estado y los de vuestra salvación, según decía La Salle. Que la misión es tan exigente que no es para quien quiera dedicarse a tiempo parcial. Necesita personas dedicadas por entero. Y ello, en el marco de una comunidad.

En todos estos descubrimientos se destila un aroma común: gran fe en las personas que se esfuerzan por educar; una fe tan grande que no se sostiene sin fe en Dios.